lunes, 23 de septiembre de 2002

Marcha del Hospital Reina Sofía 2002



La séptima edición de la Marcha Cicloturista Hospital Universitario resultó un nuevo éxito en organización, participación y sobre todo desarrollo de la jornada en sí. El 15 de Septiembre amaneció radiante y en los alrededores de las Consultas Externas en la calle Proclamación, los ciclistas y muchos acompañantes se preparaban para una jornada festiva y de disfrute para todos.

Ángel, amigo y participante novel, me confesaba sus nervios ante un kilometraje nunca hecho con anterioridad. Le tranquilice diciéndole que no íbamos a ir rápidos y que esta marcha, a diferencia de otras regionales y nacionales, estaba desprovista de la competitividad presente en muchas de ellas y que era más que nada una salida de amigos más organizada que en cualquier otro fin de semana. Al finalizar la marcha me dijo que se le había hecho incluso corta.

Los más de 250 participantes han significado un nuevo récord de asistencia para esta marcha que se ha hecho con fuerza un hueco en el calendario de muchos aficionados murcianos. Aquí tienen cabida muchos aquellos que, lejos de querer batir marcas personales, se contentan con realizar la actividad física que más les llena de manera tranquila y en la que poder charlar y disfrutar con los amigos.

Que el ritmo no pare. A las 9 de la mañana el vehículo que abre la marcha ameniza con la música para levantar los ánimos de los participantes. A ritmo tranquilo nos encaminamos hacía Alcantarilla para continuar camino por la vía de servicio en dirección a Librilla, quizás la ruta más trillada por los aficionados murcianos donde muchos de nosotros conocemos hasta los baches que hay en cada rincón de la carretera.

Al llegar a Librilla nos dirigimos hacía otro paraje de paso obligado a los que les gusta demostrar sus cualidades escaladoras: la Cola del Caballo. En esta subida la organización da rienda suelta para aquellos que quieran demostrar sus progresos en la escalada pero en ningún caso olvidando a los que, por una razón u otra, deben de ascender a un ritmo más tranquilo.

Es momento de piques y desafíos sanos entre amigos. Al llegar a uno de los puntos más altos de la subida escucho a uno que le dice a un amigo que estaba al borde de la carretera: "tomamé el tiempo que le saco al Bernardo". Luego será el pretexto para una risas y para otro posterior pique en otro sitio o para otro día.

Al llegar arriba se establece una breve parada donde la organización ofrece bebidas para calmar la sed después del esfuerzo realizado y se reagrupa todo el pelotón. Enseguida, y de nuevo todos juntos, continuamos ruta para dirigirnos hacía la localidad serrana de El Berro y en la que las primeras rampas en las faldas de Sierra Espuña se empiezan a notar en las piernas de todos nosotros.

Pasada la pedanía alhameña de El Berro, se inicia otro tramo libre para que aquellos a los que el cuerpo les pide guerra puedan desfogarse. Enseguida pasa lo de siempre, unos que salieron demasiado rápidos se vienen abajo y les empieza a pesar la bici como si fuera cargada de plomo y otros por el contrario siguen a rajatabla aquel dicho que dice: "para llegar arriba como un jóven hay que empezar abajo como un viejo". Al final todos, de una manera u otra, conseguimos llegar arriba donde está situado el "almuerzo". El sitio es espléndido, una explanada entre árboles en el corazón de nuestra querida Sierra Espuña.

La parada de 30 minutos está muy alejada de los cánones establecidos para las marchas competitivas pero ya ha quedado dicho que esto es otra cosa. Unos platos de jamón, con unos trozos de queso. Una buena cerveza fresca ¿por qué no? Y un buen rato de relajación para comentar los pormenores de la última subida o para preguntar por los chiquillos de aquel amigo que hace tiempo que no veías. Esta es la esencia de la Marcha del Hospital.

Una vez restaurados los cuerpos con productos de la tierra se inicia la bajada hasta Alhama por las famosas Cuestas del Marqués. Es necesario mantener la concentración pues el piso está botoso y las curvas son muy cerradas. Alhama recibe el paso de los participantes con simpatía y agrado y nos ve alejarnos por la carretera que se dirige hacía Mazarrón.

No sé si por el buen almuerzo o por qué pero las velocidades van aumentando en este trozo del recorrido sin que, aparentemente, nadie se resienta del ritmo. La música sigue sonando y los más de 250 ciclistas siguen su curso sin incidente de ningún tipo.

Sin más pausas el pelotón va devorando los kms y atravesando la pedanía de El Cañarico, el pueblo de Sangonera y una vez superado El Palmar entramos en la última recta aunque eso sí, bien larga. Tenemos ya Murcia a la vista. La entrada por el Barrio del Carmen resulta espectacular por el colorido y la alegría que proporciona el paso de tantos ciclistas. Todo ha salido bien y la gente está contenta con la jornada de fiesta vivida.

En la llegada, de nuevo la organización ofrece un aperitivo que todos pueden disfrutar junto con aquellos amigos y familiares que han llegado para recibirlos. Por último se hace la entrega de obsequios, diplomas y trofeos para los participantes y se efectua un sorteo de material donado por los patrocinadores de la prueba.

La Marcha del Hospital como se puede comprobar goza de una excelente salud y esto no cabe atribuirlo más que al empeño y la ilusión de aquellos que están en la organización entre los que, por supuesto, hay que destacar a José María Pérez Belmonte, alma mater de la prueba y sobre todo, amigo de todos.

Vistas las caras de satisfacción de los participantes al finalizar la jornada no cabe ninguna duda de que nos veremos en la octava edición de esta entrañable marcha todos los presentes este año y, seguro, que alguno más.

(Crónica publicada en su momento en Web Marcha del Hospital Reina Sofía)



viernes, 5 de julio de 2002

Marmotte 2002

Esta es la crónica de una huida hacía adelante, sin retorno, emprendida frenéticamente junto a mi amigo Fernando Silió y con el propósito de no mirar nunca atrás ni tampoco más allá de nuestro próximo kilómetro.

Debido a la baja de última hora de Marcos se creó una vacante en la expedición de Granada que aproveché yo para incluirme en el paquete. El Jueves 4 a las 10 de la mañana embarqué en el  Renault Scenic y sin demasiadas pausas estábamos al anochecer en Alpe d'Huez después de ascender la subida más famosa del mundo ciclista con sus 21 curvas dedicadas. Coppi, Armstrong, Bugno, Echave, Pantani, Rooks, etc.. fueron los héroes en su momento en este grandísimo escenario ciclista.

El Viernes, con un tiempo espléndido, nos dedicamos a inspeccionar el recorrido completo. Hay que reconocer que en coche no llegan a apreciarse los desniveles de la carretera en su exacta medida pero sí nos sirvió para darnos cuenta de los muchos kilómetros que tienen estos puertarracos. Son de otra dimensión.

En el Col de la Croix de Fer nos paramos a hacer unas fotos y nos sentamos en una terraza a tomarnos un café "olé". ¡Qué bien se estaba! ¡Qué tranquilidad se respiraba! Nadie podía pensar que este mismo sitio se podría transformar de la forma que lo hizo 24 horas después.

Continuamos recorrido observando que la bajada de la Croix de Fer estaba recién reparada, que los túneles estaban mal iluminados, que había un trozo en obras sin asfalto y que el trozo desde S.Jean de Maurienne hasta el pie del Telegraphe era en ligero ascenso. El Telegraphe me llamó la atención porque en coche parecía más duro de lo que en realidad fue luego en bici y así llegamos a Valloire donde en una bonita pizzeria comimos.

Iniciamos el ascenso al Galibier y nos sirvió para delimitar una zona claramente diferenciada, los 8 últimos kms donde no hay descansos y el desnivel aumenta gradualmente hasta el fatídico último kilómetro donde hay que hacer el "más difícil todavía" típico de los circos.

A partir de aquí no hay mucho más que contar que una bajada larga de muchos kms y un último trozo llano de pocos kms hasta llegar al pie de Alpe d'Huez. Al llegar arriba el mareo y el susto que llevamos encima nos hace dudar de la conveniencia de tan larga expedición previa. Tras una siestecita me voy a dar una vuelta por la feria que habían montado allí y me entero de las novedades.

Hablando con unos catalanes me dicen que las previsiones para el día siguiente son lluvias tormentosas con descenso de temperaturas y que con mucha probabilidad habrá nieve en Galibier. Ahí no queda la cosa sino que, por si no me hubieran ya metido el miedo en el cuerpo, me comenta que el año pasado un amigo suyo pasó mucho frío bajando el Galibier y que ha arrastrado graves problemas en los dedos en el último año. No veas, con lo pronto que se me hielan a mí las manos ya me veo llegando al pie de Galibier con un par de muñones. :o(

Esa noche es momento de nervios, caras de preocupación; sobre todo indecisión sobre qué ropa llevar. Nos acordamos de las crónicas de los primos de Vetusta que sufrieron una jornada parecida. Al final cada uno decide de manera distinta. Yo apuesto por un día de poca lluvia y frío (ilusiones que me quería hacer) y me equipo con los siguientes extras: botines, perneras, chaqueta windstopper y chubasquero. Yo puedo adaptarme al frío (si voy con mi chaqueta), puedo adaptarme al calor pero lo que, desde luego, no puedo es adaptarme a condiciones tan prolongadas de lluvia como las que sufriríamos.

Después de una noche tensa, al amanecer, Juan Molina me informa que desde las cuatro de la madrugada no ha dejado de llover. Glubb. Y que sigue. Glubb :o(

Fernando y yo iniciamos a las 6:30 nuestros primeros kms en compañía bajando Alpe d'Huez. Al llegar al Hipermercado Casino nos encasillamos en unos apartaderos como ganado a punto del sacrificio y observamos rostros de pocas risas entre los participantes. Llevamos dorsales superiores al 3700 (de entre más de 5000 participantes) por lo que salimos bastante atrás.

La salida es anodina, casi como una salida de amigos, nada parecido a la explosión de Sabiñánigo. Las condiciones climatológicas invitan a ir suave bajo la lluvia. A poco menos de 15 kms, tras un cruce a derechas, ya se ve a muchos participantes que se retiran. Yo, desde luego, si fuera de la zona lo hubiera hecho también pero nosotros hemos hecho un gran sacrificio viniendo de tan lejos y no vamos a rendirnos tan fácilmente.

El Col de la Croix de Fer a lo largo de sus 22 kms está dividido en dos zonas. La primera en sus inicios es de rampas severas y continuas pero en estos momentos las piernas están en plenitud por lo que hago este trozo con el 42x28 probando la super corona que he puesto para la ocasión. Va bien. Lo que no va bien es el plato 30 que cuando lo coloco hace que me vaya saltando la cadena.

En mitad de esta primera parte de 8 kms se intercala una bajada fortísima de unos cientos de metros en los que se observa el rampón que viene a continuación donde la gente se va retorciendo a lo largo de una dura recta en la que la pendiente es fuerte, rondando el 12%, y sostenida durante algo más de dos kms.

La segunda zona es ya más suave y se prolonga durante unos 14 kms. Al llegar a un embalse empieza a verse el final del puerto al fondo y a la derecha. Cuando transitamos por aquí y parecía que la lluvia remitía de pronto Brrrrummm. ¡Rayos y centellas! Todo negro y otra vez chaparrada de las buenas.

Por esta zona el tráfico era de doble sentido porque los ciclistas que se retiraban eran legión. Abundaban los coches de apoyo que dificultaban mucho el transito. Aquí fue donde ya nos dimos cuenta que era absurdo ir a buscar tiempos o metales ya que aquello era la feria del terror y que la misión a cumplir era sobrevivir a los elementos. Lluvia, paradas, frío,... muy mal panorama.

Llegando al cruce del Glandon empiezo a tener cosas raras en las piernas. Nunca en la vida he tenido algo parecido. Desde la parte superior de ambas rodillas partía una pequeña descarga eléctrica hasta la zona de la cabeza del fémur en el lateral de la pierna. Era un cosquilleo que no me molestaba al pedalear pero que lógicamente me preocupaba por si de cosquilleo pasaba a agarrón. El caso es que lo tuve en las ascensiones a Telegraphe y Galibier también y no en Alpe d'Huez, donde hizo calor, por lo que entiendo que sería un problema derivado del frío.

Cuando llegamos arriba de la Croix de Fer hay un atasco de coches monumental que nos hacen poner pie a tierra varias veces; al pasar por detrás de una furgoneta ésta casi nos arrolla a Fernando y a mí (lo que hubiera faltado vamos). Aquello era un desastre, parecía otro sitio bien distinto a aquel tan agradable del día anterior.

Los recuerdos que tengo de la Croix de Fer de verdad que se me quedarán grabados de por vida. Aparco la bici y el espectáculo que presencio es de locos. Llueve a mares, el suelo está todo lleno de charcos y de barro. Hace un frío horrible, voy empapado y me acerco al mostrador para avituallarme. Como mucho plátano y un pastel que tienen. Estoy sin coordinación ni control, he olvidado los bidones y voy como pollo sin cabeza de allí para acá.

He cogido una tiritona que casi no puedo sacar las cacharras de los portabidones, me dirijo a llenarlos y las imágenes que presencio y los sonidos son de película de terror: todo es gente tiritando, rostros amoratados, movimientos sin coordinación, sirenas y luces de ambulancias bajando gente, gritos, agua, mucha agua por todo.... Sólo recordarlo hace que se me pongan los pelos de punta.

Entre el desconcierto veo a Fernando. Está temblando como yo y tiene la cara de un cadáver, está muy pálido y demacrado. Yo estoy igual o peor me digo. Apenas puedo articular palabra con él porque balbuceo, no sé si es el cerebro o es la mandíbula lo que no me funciona. Tomo un poco de té caliente y cojo la bici. Me digo a mí mismo que no hay que pensar en la retirada, que vamos hacía adelante aunque el estado del principio de la bajada por un momento nos hace pensar que se ha anulado la marcha ya que... no baja nadie. Todo el mundo allí está dando la vuelta.

Cuando tomamos por fin la bajada hacía adelante tengo la sensación de bajar a los infiernos. Galibier está 600 metros por encima de este puerto y es mucho más hostil. No sé que podrá pasar. No quiero casi ni pensarlo.

Al empezar la bajada la cosa no mejora sino todo lo contrario. Las manos se me hielan hasta no sentir los dedos; apenas puedo hacer el movimiento de frenar. Estoy realmente preocupado. Además la bici va dando eses porque todo el cuerpo está tiritando. Es en estos momentos cuando además pienso en mi familia y no sé si merece la pena continuar. Es una lastima sí, pero quizás el precio a pagar por continuar puede ser demasiado alto. Le digo a Fernando que estoy pensando en abandonar y él no me dice ni que sí ni que no y continuamos unos cientos de metros más. De pronto debemos de parar porque se ha producido un atasco en la estrecha carretera y está bloqueada por una ambulancia que no puede continuar. Esto fue nuestra tabla de salvación.

Allí estuvimos durante unos diez minutos bloqueados y sirvió para que entráramos un poco en calor. Ya después de esto las manos respondían un poco mejor y pudimos seguir descendiendo. Era la huida hacía adelante sin prisa pero sin pausa buscando la perdida de altura para encontrar cada vez mejor temperatura. En esta zona de descenso multitud de participantes iban como los salmones, contracorriente, desistiendo de continuar pensando sin duda en el coco Galibier. Nuestra gran esperanza en el equipo, Alfonso, el más dotado sin duda para la escalada que no para el frío, se fue al garete cuando nos lo cruzamos en el descenso volviendo sobre sus pasos hacía arriba. Juan supusimos que continuaba por delante, como así era.En el largo descenso adelantamos a mucha gente con gran sorpresa por nuestra parte porque no somos grandes descendores y además íbamos con problemas de frenos y de frío pero es que estos galos, como bien describían los asturianix en sus crónicas, bajan fatal.

En el paso por la zona de obras nos metemos en el barro como si fuera aquello una prueba de ciclocross. Fernando acaba con sus pastillas de freno traseras y ya queda sin freno detrás. Mala cosa porque aquí cuando no subes bajas, no hay otra tendencia.

Aunque puedo ir más aprisa que Fernando en las bajadas, decidimos de mutuo acuerdo ir juntos hasta el final, ya que las circunstancias lo aconsejan y así iremos animándonos y cuidándonos mutuamente durante todo el recorrido.

Hemos ido parando en muchos sitios: revisión de frenos, evacuación líquida, reposición líquida, avituallamientos sólidos, paradas de emergencia para entrar en calor, etc... El tiempo que llevamos ya ni lo miramos y mira que al final a Fernando le sobró bien poco para hacer su brevet d'argent pero ya íbamos en plan randonée total.

El tramo entre S.Jean de Maurienne y la base del Telegraphe la hacemos en pequeños grupos por carretera nacional en la que hay mucho agua en la carretera por lo que si vas a rueda te pones perdido de barro en la cara, como así fue. En esta zona paso a cabeza de grupo con gusto para coger un poco de calor en el cuerpo.

Estamos en el km. 82 y afrontamos el Col du Telegraphe, puerto de 12 kms con pendientes muy homogéneos rondando el 8% en sus 8 kms y decreciendo un poco, sobre 7%, en los últimos 4. Este puerto lo subimos muy bien tanto Fernando como yo. Aquí establecemos un ritmo de subida y con paciencia esperamos a que se consuman los doce kilómetros que tiene. El entorno es muy bonito entre bosques y en esta zona el tiempo estaba mejorando, llovía menos. Parecía que por fin querían abrirse unos claros en el cielo. Nuestro futuro en el Galibier estaba en juego.

Al llegar arriba debo de parar otra vez a mear (eso de beber tanto té creo que me soltó el riñón) y quedo con Fernando en que nos vemos en el avituallamiento de Valloire. El caso es que cuando llego al pueblo no encuentro ni el avituallamiento ni a Fernando ¿¿?? Y sigo hacía adelante con más dudas que los panchos y agobiado porque ante mí aparece un muro en recta (tipo Torcal) y... tengo hambre. Rebusco en los bolsillos y me como una barrita como puedo en plena subida. Me temo lo peor, que me he pasado el avituallamiento y que toca subir el Galibier en ayunas pero no, por fortuna, al cabo de un par de kms aparece un llano donde está Fernando esperando en el avituallamiento.

Después de una larga parada y tras haber comido y bebido en abundancia nos montamos en las bicis para vencer al Galibier. Cuando estamos como a 14 kms del alto nos llegan unos tímidos rayos de sol. Estamos a punto de llorar de la emoción. Empieza a evaporarse el agua de la carretera y ésta despide un vapor que parece que estuviéramos pedaleando sobre un volcán. El paraje es estremecedor, unas laderas de piedras negras, sin vegetación, la gente va en silencio. Un aire inhóspito sobrecogedor nos embarga.

A falta de 8 kms para coronar, la carretera gira bruscamente a la derecha y empieza a serpentear retorciéndose sobre la ladera de la montaña; la pendiente se acentúa sobremanera y es necesario rebajar el desarrollo. Voy utilizando plato 30 con coronas de 23 y 25, todavía me queda el 28. Como yo no utilizo pulsómetro me voy guiando por el de Fernando y le decía que no pasase de 170 pero... este hombre, animado desde el Telegraphe, cada vez iba mejor y ponía un ritmo vivo que hacía que adelantásemos a gente sin parar y que todo aquel que intentaba subirse al carro quedara despatarrado por aquellas endemoniadas cuestas. La máquina Silió carburaba a pleno rendimiento.

Vuelve a llover de nuevo. Después de largos minutos y más largos todavía kilómetros llegamos al último donde nos envuelve de pronto una espesa niebla que no dejaba ver más allá de 20 metros. Aquí es donde estaban colocados los forenses, digo los fotógrafos :o), para sacar las instantáneas de nuestras estampas cadavéricas.

Arriba paramos a comer algo. Aunque en la Croix de Fer se estaba mucho peor esto tampoco es Benidorm y del cielo nos cae un agua nieve que no invita a estar mucho tiempo aquí. Tras la breve pausa iniciamos el descenso y otra vez a sufrir. Hoy estamos pasándolo mucho peor en las bajadas. La lluvia helada ahora está acompañada de viento y se clava en la cara como alfileres. El frío se me va metiendo en el cuerpo y Fernando debe ir muy despacio porque no tiene frenos atrás. A mí tampoco me quedan apenas pastillas de freno y el recorrido de las manetas es completo y poco efectivo. Estoy desesperado otra vez con tanta bajada y con tanto frío. Llega un momento en el que me duelen mucho los tríceps de ir tanto tiempo agarrado a los frenos y tras un aviso a Fernando me lanzo hacía adelante.

Tras la sensación de alivio en los brazos empiezo a agarrar un enfriamiento interno difícil de soportar. La bicicleta otra vez empieza a moverse debido a mi tiritona y sin remisión al llegar al Col de Lautaret me veo obligado a parar y refugiarme tras una casa para intentar reaccionar. Al menos ha dejado de llover.

Seguimos bajando durante 11 kms más en una zona en la que pega viento de frente y es necesario dar pedales. A mí me viene perfecto y no paro de tirar para entrar en calor. Pero no había manera, algo fallaba, mi cuerpo no cogía temperatura y otra vez volvía a estar preocupado.

En La Grave paramos en el punto de asistencia mecánica Mavic para intentar resolver (en vano) el problema de frenos de Fernando. Voy tan mal de frío que estoy en un tris de caerme de lado por no poder soltar las calas de los pedales. Sin embargo, en un atisbo de lucidez, decido quitarme el chubasquero y esto hace que en los siguientes kms de bajada el viento me vaya secando la ropa empapada que me está causando, sin duda, los problemas que tengo. Empiezo a ver la luz de Alpe d'Huez que me llama.

Fernando se va animando también en este trozo porque ha perdido el miedo a frenar sólo de delante y toma las curvas con más confianza. El último tramo hasta llegar a Bourg d'Oisans lo hacemos a bueno ritmo y ya con media sonrisa dibujada en el rostro porque sabíamos que llegábamos al objetivo.

Cuando arribamos al pie de Alpe d'Huez paramos en el avituallamiento donde muchos dan por finalizada su aventura con "Le Marmotton", versión reducida de la marcha. Comemos y descansamos un poco para afrontar el último reto, las 21 curvas hasta llegar a la gloria.

Afronto la primera rampa, durísima, animado por la gran cantidad de gente que esperaba en la curva 21 (Coppi-Armstrong) el paso de nuestros cuerpos maltrechos. Sigo con mi chaqueta Ws pero tras un par de curvas y debido a que ha salido el Sol empiezo a pasar mucho calor (bendito sea) por lo que paro y me coloco la chaqueta en la cintura.

Voy subiendo a 9/10 km/h pero con una suficiencia que no esperaba yo a estas alturas. El puerto es muy duro pero bonito como ninguno. Voy entreteniéndome leyendo los nombres en las curvas y adelantando a gente, que siempre anima.

Voy pensando en las curvas de Bugno con fijación porque sé que entre ellas hay unos descansos. Al llegar a la iglesia paro a rellenar el bidón de agua. Quedan menos de 6 kms para que finalice todo. Arranco con energía mental y voy enlazando una curva tras otra hasta llegar a las de Pantani que, como no podía ser de otra forma, son de las más duras.

Cuando supero la curva 1 (Guerini) estoy eufórico. Allí están las casas, los hoteles,.. meto el 42 al que lo tenía olvidado durante bastante más de una hora. Empiezo a meter coronas más pequeñas y... meto plato 52. En un flash pasan por delante de mí todas las imágenes del día hasta el momento actual.

¡¡¡ Estoy en meta !!!

Mi cuentakilómetros registra 180 kms para un tiempo de pedaleo de 10h.2m. y con una discretísima media de 17.9 km/h. Para el diploma todavía es peor pues he tardado 11h.6m. reales en completar el recorrido.

De todos modos, estoy muy orgulloso de haber llegado hasta el final y ser parte del contingente de poco más de 2000 ciclistas (si quitamos a tramposos, que aquí también los hubo, entonces menos aún) que han conseguido ascender el 6 de Julio de 2002 hasta lo más alto de la gloria: Alpe d'Huez.

Como mención a la organización debo decir, que en contra de los comentarios generalizados, a mi me pareció a buena altura. Los avituallamientos me parecieron completos y correctos, el personal atento, los servicios de urgencias funcionando, y la comida final en Bourg d'Oisans y en Alpe d'Huez buena. La medalla había que comprarla y yo no lo hice, era bastante fea.

Y por último, este párrafo va dedicado a mis compañeros de viaje: Juan, Fernando y Alfonso que me trataron como a un hermano y con los que he iniciado una amistad que debe perdurar durante mucho tiempo, al menos tanto como los recuerdos de la Marmotte. Y de verdad que esto, no se olvida pronto.

La Marmotte es una marcha que te marca de por vida. ¿Te apuntas?

sábado, 22 de junio de 2002

Quebrantahuesos 2002

Crónica de la QH más larga de la historia


Quiero recordar en primer lugar al campeonísimo Federico Martín Bahamontes, nuestro primer ganador del Tour de Francia, homenajeado en esta edición por la P.C.Edelweiss. Imagino que se sentirá orgulloso de haber apadrinado una Quebrantahuesos digna de una etapa pirenáica del Tour.

Bahamontes, de hecho, fue el primer rostro conocido que vimos en Sabiñánigo cuando preguntamos en la recepción del camping si podíamos acampar. Lógicamente estaba todo ocupado. De pronto se abrió una puerta y "hombre, el Aguíla de Toledo". Una sonrisa de satisfacción se esbozo en la cara de Federico al oír su bonito apodo; me alargó la mano y nos saludamos. Buenos augurios pensé. Hace dos años no hubo casi manera de verle la cara a Miguel Induráin. Por cierto, la segunda cara "conocida" fue la del hermano de Roberto Iglesias al que le pregunté si era él a lo que me contestó que sí, que era él, el hermano de Roberto.

En el pabellón recogemos las bolsas y el maillot rojo. Allí si encuentro a Roberto y a su mujer con los que charlamos un ratito y me entregan el uniforme de "guardian de la seguridad, orden y limpieza". Aquí conozco a Montxo.

Ya que no hay sitio en el camping investigamos los alrededores del pabellón y encontramos un sitio estupendo donde hay un parque con un cesped estupendo, un fuente de agua y no lo pensamos dos veces. La cena la hacemos en Don Diego (creo que se llamaba así) y no es por nada pero la próxima reunión ciclolistera aquí ya que era un triple B: bueno, bonito y barato. Lo que en Casbas eran 26 aquí 9 e incluso mejorando la calidad y la cantidad. Lo dicho.

A las once en la cama pero hace mucho calor y damos más vueltas que un pollo. De modo que a las 6:00 estamos ya en pie cansados de tanto calor. Tomamos un desayuno, nos vestimos de romanos y nos dirigimos a la "arena". A las 7:15 ya hay bastante gente en línea de salida tomando posiciones. Hace un poco de frío pero le digo a David que coja todo el que pueda que será el último del día.

A los "hombres de rojo" nos colocan en "pole position". Allí están los famosos Paco Cabello, Joan García, Ramón Cuellas y otros más. Le comento a Cabello que hay que tener cuidado que la estampida de búfalos pueden arrollarnos. Finalmente, se colocan por delante de nosotros los amigos del ciclista fallecido el año pasado más un montón de espontáneos que salen hasta de las alcantarillas.

Bahamontes dedica unas palabras a los participantes, corta la cinta y... chupinazo. A mil no, a dos mil por hora salimos como si escapáramos de una explosión nuclear y aún así, no paran de adelantarme ciclistas. El paso por el pueblo es algo muy especial de esta marcha, los aplausos de la gente te hinchan de orgullo propio y te dan fuerzas para mantenerte en el tren de alta velocidad. A tope, a tope, a tope,... Jaca, Villanúa, miro el reloj y 45 km/h de media. En mi vida.

Abandonando el pueblo comienzan las primeras rampas de Somport y, lógicamente, me dejo ir. Pasan ciclistas sin cesar hasta que al mirar atrás encuentro que soy el ultimo y que no hay nadie en al menos un kilómetro. Pienso que ha habido una montonera tremenda y que esa es la razón. En ese momento me siento más que nunca cola de león pues, aunque el último, marcho con el grupo de cabeza.

Seis ciclistas, seis, nos quedamos descolgados y, habiendo cambiado de plato, subimos tranquilamente por la preciosa subida a Somport. Durante no menos de quince minutos no nos da alcance el segundo grupo y aunque avivamos el ritmo cuando llega este segundo tren sigo en la misma tónica de ser adelantando continuamente.

Los paisajes idílicos se suceden: la preciosa estación de Canfranc, el hermoso rio de montaña que queda a la derecha, la postal que hay donde se encuentra el destacamento militar de alta montaña. Son imágenes que se quedan grabadas para siempre y que hacen más llevadera la ascensión.

En el avituallamiento aparco la bici y con tranquilidad me alimento y me hidrato copiosamente. Cargo los bidones y continuo la marcha. Enseguida me encuentro con mis ¿futuros? compañeros de Marmotte Juan Molina y Fernando Silió y corono con ellos Somport. Ya queda un puerto menos.

En la bajada descanso y se me escapan los granainos. Voy cumpliendo mis deberes de hombre de rojo y me parece percibir que hay menos basura que la otra vez que estuve aunque es difícil no encontrarte con los dichosos papeles de barritas o las odiosas cápsulas de glucosa. En la bajada advertencia sería para el dorsal 519 ya que en poco menos de un minuto casi se estrella con una furgoneta al cambiar de carril y acto seguido saca un mejunje y tira con arrogancia su envoltorio de aluminio. No creáis, que a este tío lo acojoné, le dije que no se extrañara si no le daban diploma ni tiempo y que probablemente le pararían los miembros de la organización.

Después de perder 1200 mts de altura (qué desperdicio) y tras el paso por Lées Athas empieza el puerto de Bouezou. Triple plato pa que te quiero y marcheta pirenáica al canto porque la rampa inicial ya se lo merecía. Puerto duro sin duda con pendientes sostenidas y con un par de kms finales agónicos donde los desniveles estaban siempre por encima del 10%. Aquí otra imagen fotográfica de las curvas retorcidas hacía el cielo donde se apreciaba el inmenso reguero de ciclistas. En esta zona el calor era axfisiante ya y yo, que no sudo en exceso, parecía el mismísimo Camacho durante los partidos.

Una vez arriba el forcejeo por conseguir una cacharra de agua era terrorífico. Legitimado por mi maillot presumo de haber conseguido establecer una cola medianamente sería. En mi contra quizás tenga que decir que al consumir 1,5 litros de agua sobrepasé las estimaciones que estaban en 1 litro por participante y, desgraciadamente, los que llegaron con posterioridad no encontraron esa agua tan ansiada.

Después de perder un buen puñado de minutos en conseguir refrigerante interno, descendemos hasta el pie del puerto de Labays por una carretera estrecha y muy fresquita que se agradece mucho. Aquí nueva "actuación policial" aconsejando a un par de señores, ya entrados en años, que por favor no volvieran a tirar envoltorios de aluminio a lo que me respondieron positivamente diciéndome que tenía mucha razón. Y tanto.

A este Labays era al que le tenía yo más miedo y al que considero más duro del recorrido. Son 6 kms durísimos e interminables que se asocian maléficamente con los no despreciables 8 kms siguientes hasta el Col de la Pierre de St.Martín. En las primeras rampas de Labays veo a Ramón tumbado en una sombra pero me dice que siga adelante, que no pasa nada. Ganas me dan de quedarme con él a contar ciclistas pero por aquello de la inercia continúo sin más.

Bufff, he coronado y paso a carretera amplía. Estoy baldado y me está doliendo la rodilla derecha. He hecho los últimos kms con el 30x25 pero creo que esto me salvará la vida. Las reservas de agua las llevo regular; me da mucha rabia cuando me engaña un fulano diciéndome que quedan cuatro kms siendo en realidad ocho de forma que, dosificándome extraordinariamente el agua, me quedo seco faltando los últimos cuatro, que por otra parte resultan ser los más aplastantes por el desnivel y por el sol que ahora sí cae a plomo. Ahhrg, qué malo es pasar sed. Me acordaba de nuestro espía y sufridor Joaquín Gimeno con su premonitoria crónica de la semana anterior.

Las penurías propias son compensadas con las ajenas viendo como algunos no pueden siquiera con mi ritmo cansino y caen abatidos en los márgenes de la carretera. Un fotógrafo debe estar impresionado con mi penosa estampa y se esfuerza en tomar una buena instantánea. Con mi uniforme rojo la foto podría titularse "el hombre tea" .

Al llegar al avituallamiento no se notan las tensiones y las prisas propias del lugar. Los ánimos están calmados, las fieras amansadas están junto a las piezas de naranja y pueden llegar a engullir doce, trece, o más porciones, es impresionante. La deshidratación es máxima. Ojo, que estamos a menos de la mitad del recorrido y aunque ya lo más duro está teóricamente hecho el calor irá a más a medida que perdamos altura. Aquí veo a Juan Pablo de Cáceres al que hacía dos años que no veía. Un lugar de altura para el encuentro, a 1760 mts.

Las conclusiones (negativas) extraídas de esta primera mitad es que no subo nada, todo el rato he estado siendo adelantado por gente. Lo positivo es que tras unos minutos de descanso aquí arriba me encuentro con fuerzas suficientes (creo) para atreverme con la segunda parte de este infierno. Miro el tiempo y creo que puedo llegar con facilidad antes de las 9 horas que señalan la frontera entre los metales de oro y plata para mi categoría. El reto está servido. Allá voy.

El descenso ofrece unas panorámicas impresionantes. Amplías praderas verdes de Navarra. La carretera está picada y hay que tener precaución. Al principio el fuerte viento y la escasa inclinación hace que se tengan que dar pedales y aquí ya voy observando que la gente va muy cascada porque todos se refugian tras las faldas de una rueda trasera ajena. Voy haciendo de locomotora junto a un compañero de club de María Fuster y... es que nadie da relevos. La carretera se inclina un poco más y hay una sucesión de paellas que hay que tomar con precaución.

Al llegar abajo se forman unos grandes pelotones que siguen adelantando lo que sucederá hasta el final del recorrido, la gente va mustia. No tira nadie. Allá que va el loco de rojo avivando el ritmo.

Cruce a la izquierda y quinto puerto del día: Alto de Zuriza (alguno se desvió hasta Zarautz como Andrés del Pozo ;o) ). Ya sé que no era duro pero... qué largo. Otra vez lo mismo además, me pasaba la gente y estaba obligado otra vez a meter el 30. No sé, parezco un belga perdido en los Pirineos (Esta va por Jean Marie ;o) ) Con paciencia y resignación llego arriba. Me lanzo hasta Ansó por una carretera que, aunque con mala pavimentación, me gustó mucho. Esas curvas encajonadas en paredes verticales de roca eran impresionantes.

Nuevo avituallamiento para carga de refrigerante sobre todo y preparados para el sexto de la tarde: Vedao. Subida afortunadamente más corta y en la que consigo mantenerme por primera vez con los que me acompañan. Al llegar arriba cometo un grave error de cara a mi intento de "dorarme" en la meta y es perder un tiempo precioso cambiando la bici de sitio para no rayarle el coche a la "chica" y haciendo que se me escape el grupo en el que debía viajar en los largos llanos que venían a continuación.

Así que ahí estoy yo, más sólo que la una y con un vientaco frontal de miedo. El peor sitio para estar sólo. No me quedó más remedio que esperar a unos cuantos que me alcanzaran por detrás pero el deseo de ser arrastrado a buena velocidad no se realizó ya que de nuevo nadie tiraba.

A partir de este punto no puedo comentar nada en absoluto del paisaje porque he de confesar que no sabía por qué pueblos pasábamos, ni que pinta tenían, ni nada de nada. Sólo tenía tiempo para mirar el cuentakilómetros y desear que llegara a los 230 prometidos.

Del grupo de diez o doce que íbamos sólo dos pasábamos por cabeza. Nos aliamos para dar caza a un grupo numeroso que divisábamos a lo lejos y pusimos un ritmo bastante vivo. A mí ya no me importaba darlo todo, había que llegar cuanto antes. En pocos minutos estábamos en cola de éste gran grupo. Por detrás, y para sorpresa propia, sólo habían aguantado dos más a rueda del grupo original. Después de un rato de descanso otra vez al tajo porque este grupo también iba descabezado. Y a rodar se ha dicho. En descargo de la locura que significa tirar del carro tanto tiempo está la satisfacción de ayudar a un grupo de ¿agradecidos? moribundos. Bueno, bueno, ya veremos.

En el avituallamiento de Santa Cilia (he mirado la ficha porque ya digo que a esas alturas no veía nada) me toca beber Isostar a lo bestia porque no tenían agua. Seguimos camino por unas rectas largas que pican hacía arriba y aquí me escapo por pelos de una montonera ya que uno hace el afilador con el que tengo a mi derecha y me golpea la rueda trasera en su caída aunque consigo que no me tire al suelo. El ruido de gritos y de hierros y ciclistas arrastrando por el suelo es escalofriante. Se caen muchos y entre ellos mi socio de cabeza con el que había hecho tan buena alianza.

Durante unos kms paso un bache anímico pensando en el desastre que hubiera supuesto haberme accidentado. No he venido aquí para esto, pienso. Al cabo de unos minutos reacciono y miro de nuevo el reloj. Va la cosa mal, se me escapa el oro por pelos. Quedan doce kilómetros y me decido. Voy a hacer una contrarreloj con lo que me queda. Sin soltar latigazo pongo la velocidad que me interesa, por encima de 35 km/h, velocidad de misil para la mayoría de cadáveres que voy arrasando por el camino. De esta manera llego a divisar Sabiñánigo. Pavor me da pensar en que tenga que ir por la parte de arriba del pueblo pues hay una rampa a lo lejos que me da espanto. No, afortunadamente es por la parte de abajo que llegamos.

Justo antes de llegar a la plaza del quebrantahuesos veo que me alcanza un pequeño grupo encabezado por.... el muerto viviente que tanto lloraba, será cabrón. Pero bueno, pero bueno, esto no puede quedar así. Aún cascado como iba, el amor propio me permite todavía esprintar a plato la subida a meta y cepillarme al chupóctero que tantas lagrimas había derramado en el camino. Si tanto te gusta chupar, chuuuuuupa. :o)


He hecho 233 kms. según mi cuentakilómetros con un tiempo de pedaleo de 8:37, una media de 27 km/h y una máxima de 90 km/h (nunca había ido tan deprisa). Las pausas de repostaje y descanso han supuesto 27 minutos ya que el tiempo oficial que me dan es de 9:04 por lo que me quedo a las puertas del oro por cuatro minutos. 

Creo que he elegido un mal año para hacer oro....

(Crónica publicada en su momento en la Ciclolista, lista de distribución de Internet, embrión de las actuales redes sociales)

lunes, 20 de mayo de 2002

Sierras de Moratalla 2002

Mi Mejor Moratalla

A las 7 de la mañana salimos en coche desde Murcia. Durante el camino le voy indicando a Carlos Moukarzel, al que he tenido como invitado en casa, las sierras que vamos dejando a un lado y a otro de la carretera: Carrascoy, Espuña, Ricote, Bullas,... al final y al frente Moratalla. Él es la segunda vez que viene, yo la tercera y ambos nos estrenamos aquí en marchas de estas características en el año 2000.

Una vez recogidos los dorsales y preparadas las bicicletas me encuentro con mi compañero de fatigas en Bélgica Quico Ràfols y con su mujer. Un poco más tarde con el resto de la expedición a Flandes: David, Alex y Alfredo, sólo falta Jean Marie. En la salida me encuentro a Juanma Gavilán con el maillot histórico de la Ciclolista.

La salida es criminal en esta marcha y salgo con mucho tiento subiendo todo lo relajado que puedo. Aquí voy con mis compañeros de club (CC Moto5) pero subían demasiado rápido para mis intenciones. Me debatía entre seguir con ellos o descolgarme y subir más cómodo. Finalmente me decanté por lo segundo aunque los mantenía a la vista en todo momento pero cada vez un poco más lejos. A falta de un par de kms veo pasar a un grupo del CC Jumilla que ya los conocí en la Marcha de El Pistón y sé que ruedan muy bien por lo que en ese momento me "enganché" a ellos.

A partir de estos 10/12 kms de subida viene una zona en la que se rueda a plato pero no es ni mucho menos llano. El viento contrario además hace más dura esta zona pero después de unos difíciles kms en los que sufro bastante y en una ocasión incluso me quedo cortado, al final contactamos con el gran grupo, de unas 50 unidades, en el que van mis compañeros del Moto5 y transito sin más novedad que pensar en todo momento que vamos muy rápidos porque, la verdad sea dicha, aquí el hecho de ir en grupo no es una ventaja tan apreciable como pudiera parecer.

El alto de Nerpio no tiene más de dos kms con una dureza significativa, pero el tren impuesto en los kms anteriores hace que el grupo se reduzca sensiblemente y yo pierda por detrás a dos compañeros de club. Decido seguir con una grupeta que ha quedado y cruzamos el pueblo de Nerpio, que está muy concurrido en estos momentos, con mucha gente animándonos. Esto siempre se agradece.

Sin mucha más historia enseguida se afrontan las largas y duras rampas del Alto de Yetas. Aquí pongo mi platín 30 y colocándome cómodo en el sillín voy subiendo con calma y totalmente a mi ritmo. Al fin y al cabo sé que al llegar arriba está el avituallamiento y voy a parar un poco a descansar. Eso al menos creía.

Cuando llego al avituallamiento me espera Taffone (sí hombre, el gran Alfredo Vañó de Elda que ha venido a disfrutar del ambiente) con todo preparado para que no pierda tiempo. Me calza dos barritas en el maillot, un bocadillo, me rellena los bidones y me pega un empujón. "¡Corre, venga, no pierdas más tiempo!" Joer!!??, estoy todavía que no se muy bien que ha pasado pero el caso es que vuelvo a estar en ruta. Así que mi idea de parar un ratito se esfuman porque... "ya está ahí delante una grupeta que me puede venir bien". Decididamente, estoy enfermando gravemente. ;o)

Recuerdo perfectamente la película. Voy sensacional bajando Yetas y en ESE repechón que invita subirlo con plato y a base de fuerza de pronto CATACRAK, un fuerte calambre me deja la pierna hecha un asco. Por fortuna, eso fue el año pasado y ahora, además de pasarlo con mucho cuidado, cruzo los dedos ;o)

Los kms que siguen a continuación permiten un cierto relajo aunque seguimos rodando muy rápidos, siempre guiados por los jumillanos que no paraban de tirar. En los 35 kms siguientes perdemos la altura de 1100 hasta los 700 mts. de las Casas del Pino. Aprovecho para comer y beber en abundancia.  

La zona sigue ahora con la tónica habitual de esta marcha: subidas y
bajadas sin ninguna homogeneidad, rampones y más rampones que te obligan a utilizar continuamente el cambio. Después de Letur hay un puertecillo que me gusta mucho porque creo que es el único que mantiene durante un par de kms su desnivel y además es como a mí me gustan: 4/5% aprox. Aquí hago una subida muy bonita y llego arriba al avituallamiento con muy buenas sensaciones. 

Después de una ligera parada salgo tranquilamente esperando alguna rueda que coger (qué buitre). De momento sólo ha llegado uno que se me ha agarrado por detrás :o), pero más tarde llega un valenciano y nos lleva unos cientos de metros hasta que llegamos al cruce de Socovos y empiezan unas rampas que hace que nos separemos. Ahora voy solo y la verdad es que muy bien porque así no tengo disciplina de grupo.

Ya estamos en Socovos y aquí ya sé que empieza la verbena. Me pregunta uno  que cuántos kms son de puerto y no sé muy bien que decirle porque creo que el puerto en sí empieza en Benizar y son unos 6 kms pero es que hasta llegar a Benizar ¿qué?

Pues hasta llegar a Benizar está el trozo que menos me gusta porque te encuentras como media docena al menos de rampas que estarán rondando el 10% y que te machacan las piernas. La última es en el mismo pueblo y aquí había unos niños que te preguntaban el nombre para empezar a cantar: "José María, José María,...". Estuvo muy divertido.

A partir del pueblo de Benizar la carretera se encajona entre las montañas. Hay que meter todo en las primeras rampas puesto que tiene porcentajes muy altos aunque no son muy largos afortunadamente. Con mucho cuidado de no cascarte y habiendo pasado el principio puedes coger algo de ritmo en un trozo que ves como va trepando hacía arriba. Unas pendientes del 7 hasta el 11 o 12 % son las que te encuentras y en las que voy haciendo 2x1; paso a dos y me pasa uno. Llegando a la curva observo que están mis amiguetes Alfredo y Rosa que me vuelven a recargar los bidones. Qué lujo!

A llegar al altiplano de Zaén, volvemos a hacer una grupeta. Ninguno de nosotros para en el avituallamiento líquido (a mí está claro que no me hace falta porque acabo de repostar) y empezamos a cruzar las bonitas llanuras del Campo de San Juan. Como me veo muy recuperado decido pasar un rato el relevo en el grupo pero al rato me sorprendo porque no llevo nadie a rueda. De modo que sigo tirando solo con rabia deseando llegar cuanto antes a meta. Veo unas unidades por delante y ellos son mi objetivo, me encuentro fenómeno.

Uno de estos adelantados resulta ser mi compañero de salidas David Falgas que ha ido todo el día por delante de mí. Está hecho un animal, lleva muy pocos kms en las piernas pero tiene mucho pundonor y mucha clase. Estando hablando con él, ya con un ritmo un poco más bajo de pronto me arrea un calambre la pierna derecha. ¡Mecachis, qué rabia !. El tirón muscular me obliga a soltar a la grupeta con la que iba y tras unos ratos de incertidumbre en los que no sé si tendré que pararme o no al final me recupero.

Poco a poco, y a base de pedalear con una cierta técnica extraña, la pierna va recuperando algo su normalidad y encumbro el penúltimo puerto. Bajando me vuelvo a encontrar bien. Me uno a un par de tíos que van como motos y coronamos el último puerto sin novedad.

Ahora viene lo mejor de la marcha, que aunque sepas que te quedan 12 kms, como son en bajada pues los gozas como un enano. La bajada la hacemos bastante rápidos los tres y llegamos a meta marcando un tiempo de 6:17:30 reales, 6:07 de pedaleo para 169,5 kms que me salen en el cuentakms y que hacen una media de 27.7.

Así que, por primera vez en mi corta vida ciclista, consigo un diploma de oro aunque para mí lo importante fuera el acabar bien y sin excesivos problemas físicos.

Este año he notado una mejoría en la participación. Creo que van lentos (en el crecimiento) pero seguros, porque la organización es sobresaliente. Había masajistas, duchas con agua caliente (este año sí), los diplomas rápidos, voluntarios en todos los cruces conflictivos y curvas peligrosas, buena cobertura de la G.Civil, ambulancias, helicópteros de Protección Civil, avituallamiento de primera calidad y sobre todo y creo que es muy importante, una atención y una exquisitez en el trato mayúscula por parte de todo el servicio de organización.

Después de la ducha y los macarrones con cerveza (mmmh, qué ricos) tuvimos la suerte de encontrarnos un montón de ciclolisteros y comentar las incidencias de la jornada y los planes para el futuro: Sierra Norte, Cubino, Infierno del Sur, Quebrantahuesos, Marmotte, eran los temas preferidos de conversación. Así que, hasta la próxima aventura que si nada lo impide será para contar  como es el Pto de las Batuecas, desde mi globero punto de vista, claro.

(Crónica publicada en su momento en la Ciclolista)

sábado, 6 de abril de 2002

Tour de Flandes 2002

6 de Abril de 2002.

...al llegar a Geraardsberggen tengo la sensación de estar soñando y no llego a creerme que estoy subiendo nada menos que el Kapeelmuur. Subo reservando mucho porque no quiero bajarme de la bici a la hora de encarar uno de los sitios sagrados del ciclismo mundial, la famosa curva tantas veces vista en la televisión con rampas del 20%, lugar donde se han presenciado tantas gestas de grandes campeones. Al llegar allí, observo que hay bastante gente viendo como subimos. Después de recorrer como la mitad del rampón empieza a jalearme el público y, viendo que ya es mío, lanzo un grito que ni yo mismo me reconozco. Se me ponen los pelos de punta, un escalofrío me recorre la espalda. Estoy viviendo uno de esos momentos buenos buenos de la vida. Los adoquines están todos inclinados, resbaladizos y con unos huecos terribles entre ellos pero aún así todavía me permito subir un par de coronas, ponerme de pie y de alguna reserva oculta, hoy todavía increíble, me llegan unas fuerzas endiabladas con las que consigo llegar pletórico hasta la famosa cima del Muur-Kapelmuur. Otro gran reto personal había caído...

En Alicante la mañana del Viernes nos encontramos cuatro integrantes del grupo. Todo iba tranquilo hasta que de pronto al embarcar en el vuelo Madrid - Bruselas Alfredo con voz temblorosa dijo: "Acaba de entrar en el avión Freire". Joer, no nos lo podíamos creer, el campeón del mundo. Una vez controladas las pulsaciones y con el avión ya en altura lo asaltamos y le hicimos mil preguntas sobre mil cosas "qué pesados y sobre todo qué locos" pensaría Óscar, que nos miraba con incredulidad al saber que íbamos a hacer los 270 kms del Tour de Flandes. Una vez en tierra firme nos hicimos unas fotos y nos firmó unos autógrafos sobre las hojas que marcan el trazado del T.Flandes, nada menos. La aventura de momento... no podía comezar mejor.

Al llegar a Bruselas nos reunimos con Jean Marie y con Quico (Frederic) que había venido desde Barcelona. El equipo ya estaba al completo y las bicis habían llegado enteras. Los pasos siguientes fueron recoger la Mercedes Vito de alquiler, cargar las cosas y marchar hacía el albergue, situado a pocos kms de Ninove, lugar de llegada de la "Ronde". El albergue es ideal, junto a un riachuelo con unas praderas muy verdes y bajo un silencio total. Está perfectamente acondicionado,  lo cual se agradece porque fuera hace mucho frío, rondando los 0º. Nos alojan en una habitación múltiple. Jean Marie también duerme con nosotros.

6 de Abril, 4:30 AM: Suena el despertador sin sobresaltar a nadie porque estábamos todos despiertos, inquietos y nerviosos por el comienzo de un largo día. Asomamos la nariz y hace un viento de pelotas, ¿qué pasará cuando sea media mañana que es cuando sopla más? Cargamos todos los bártulos y máquinas en los vehículos y nos dirigimos a Ninove, lugar desde donde parten los autocares que nos llevan a muchos participantes al punto de salida, Brujas. Las bicicletas van en remolques tras los autocares y colgadas de unos ganchos como si fueran jamones.

Tras algo más de una hora circulando por autopistas y con la sensación de dirigirnos hacía Ausbich llegamos a Brujas. En una plaza majestuosa está instalada la salida y sellamos el primer control de paso. Enseguida nos ponemos en ruta y ya de entrada "proprobabamosmos" el famoso adoquinado belga, un pasote. Esto no ha hecho más que empezar. ¡Allá vamos !

La salida es libre y se puede hacer a partir de las 6:30. Nosotros hemos salido a las 7:00 aprox. con las primeras luces del día. Pronto se va formando un grupo numeroso y empiezan las sorpresas. Vamos todo el tiempo por la ciudad por ¡carril bici!, en fila de uno o dos a lo sumo, tomando curvas, pasando por aceras en ocasiones, sorteando setos,...!!?? Pronto nos encontramos con un semáforo en rojo y ¡nos paramos todos! . Unos cuantos semáforos más con sus consiguientes paradas y nos tenemos que detener en el paso de un canal: ¡esperamos a que se abra un puente, pase una barcaza de mercancías y vuelva a cerrarse!, ¡10 minutos al menos! Brrr, qué frío hacía,... 1ºC aprox. Desde luego, esto es otra historia.

Los belgas iban muy silenciosos y apenas hablaban entre ellos, nada parecido a las marchas en España en las que se berrea por cualquier cosa. Nosotros no es que seamos muy escandalosos pero cuando llegábamos a un semáforo cerrado gritábamos: "rojo, rojo" Oye, que les hizo gracia y así, cada vez que volvía a pasar la situación, se escuchaba a los belgas: "gojo, gojo". Qué risa.

Una vez que hemos salido de la ciudad la cosa cambia porque ya no hay tantos semáforos y en algunos tramos salimos a la carretera pero aún así seguimos utilizando mucho carril bici que está por todo. Este carril es espléndido: sin suciedad, ni piedras, ni obstáculos; una maravilla vamos.

Al principio de la marcha la dirección es Oeste y vamos a favor de viento por lo que las velocidades que se mantienen son altas, siempre por encima de 35 km/h. El grupo se va ampliando en número y por momentos se circula muy rápido e incluso con tirones, pero cómodo en general debido, como ya he dicho, al viento favorable. Así discurre la marcha hasta que llegamos a Ostende. En este punto observo que la media está sobre 31 km/h aunque es engañosa porque hemos hecho muchas paradas y esto baja la media sensiblemente.

Ahora la ruta va cambiando su rumbo: SW, S, SE.  En este último rumbo circulamos durante bastantes kms; estamos en las cercanías de Gistel, patria chica de Museeuw. Aquí la rueda cogida se cotiza muy alto y comienzan las clases de viento. Se empiezan a montar abanicos y a meter cuneta; en muchos momentos y por espacios de tiempo relativamente largos se va a tope si no quieres perder rueda, las pulsaciones se disparan y el ritmo es frenético. El gran grupo se hace mil pedazos por efecto del viento, lo estoy viendo todo por el espejo retrovisor. En el momento más crítico para mí justo cuando estaba a punto de tirar la toalla llegan unas furgonetas de acompañantes a una velocidad reducida y me puedo aprovechar de ellas para tomar un respiro y posicionarme en cabeza de grupo.  No se si estoy pasándome en el gasto aunque me siento fuerte, de momento. A Jean Marie no se le ve el pelo, el tío va guardando todo para más adelante, el honor belga está en juego para él.

Después de bastantes kms agónicos llega una fase más templada en la que se circula a mucha menos velocidad. Ahora tenemos ya rumbo Este y viene el viento más de frente por lo que ya no hay cuneteo como antes y los grupos que hacían abanicos ahora no tienen ya esa posibilidad. Así pues vamos haciendo kms hasta llegar al primer avituallamiento, líquido. Cargamos los bidones y continuamos ruta. Pronto nos encontramos con la desagradable avería de David al que le cae un belga encima y le parte el pedal, ya es mala suerte. Nos dice que continuemos, que ya se buscará la vida. A partir de aquí pensamos muchas veces ¿qué será de él, pobre? (luego resulta que el tío estaba haciendo grupeta con Cipollini y el Aqua Sapone ;o))

En los kms siguientes sigue pegando de frente el viento. Antes de llegar a Waregem llega un tramo largo de adoquín. El choque es tremendo, la velocidad se reduce de golpe, todo vibra y parece que la bici se va a hacer pedazos.  El grupo poco a poco se deshace pero, sorprendentemente, veo que tanto Alfredo como yo aguantamos bien. Claro, esto nos anima mucho a pesar del tremendo traqueteo que debemos soportar. En estas que llega un ligero repecho y nos damos cuenta que sólo nos queda un culogordo por tumbar. ¡Sí, lo tumbamos también! ¡Reyes por un día!, impresionante. Luego viene lo de siempre, el "aguafiestas" de Jean Marie para demostrarnos quién es el más fuerte y pasar primero por la cota.

En el segundo avituallamiento parada de las buenas, nada de salir corriendo con la fruta en la boca. Se aparca la bicicleta, se aprovisiona uno bien y se lo come allí mismo tumbándose en el cesped si es menester. Todo el mundo lo hace así, no menos de 10 minutos. El avituallamiento dotado de bebida isotónica, naranjas valencianas (un detalle) y galletas. Correcto a mi parecer. Allí nos reagrupamos y comentamos la jugada del pavés con descojono generalizado. Pero bueno, si hasta nos gusta el pavés, es donde marcamos la diferencia.

Continuamos la marcha sin más novedad que la de aprender, no sólo a afrontar el pavés, sino a sortearlo: aceras, canaletas, tierra, césped, todo valía en muchos puntos para evitar el duro adoquinado que en ocasiones estaba muy descarnado. En uno de estos intentos por evitar las piedras casi me voy al suelo y es que se transitaba más cómodo con las manos en la cruz del manillar pero a la hora de hacer maniobras estabas más limitado y en un cambio de manos de posición fue cuando casi casi...

Km 150, vamos con el primero de la tarde: Molenberg. Jean Marie me avisa, "mete el triple que viene de golpe". Bah, no será para tanto. Curva de 90º a derechas y ¡toma muro!. Piedra de primera clase y un rampón del 17%. Crack, crack, crack, ruido de cambios y todo el mundo a bailar. Primera experiencia con la piedra en escalada y en fin, muy duro, pero bien, aunque tomado con calma. Quedan 15 por delante y este no es de los más difíciles por lo que no es momento de exhibiciones.

Por esta zona pronto vendría una zona de pavés en bajada. Esto si que es adrenalínico, qué manera de temblar. Alfredo se me escapa pero no por fuerzas sino por aguante, no puedo resistir tanta vibración, ¡se me va a descolgar el hígado!, máximo 35/40, pero no más, no más, no puedo.

Después de estas sesiones de castigo vemos el Kopemberg desde la distancia,  ¡acojonante tú!. Todavía nos queda un montón antes de llegar a él pero el recorrido va dando vueltas por la misma zona. Se observa desde la lejanía como en el muro hay mucha expectación; el público parece que está disfrutando como si estuvieran en un circo. Creo que actúan unos equilibristas de dos ruedas. ¿o es a una rueda? Ya veremos...

Nuevo avituallamiento, vamos ya para 180 kms. Parada larga, 20 minutos al menos. Hace frío en cuanto te paras un rato pero ahí tenemos el muro 3 para quitarte estos problemas, Kluisberg, éste asfaltado (qué maravilla, que bien se suben así las rampas del 15% ;o)). A continuación y con menos distancia entre ellos Knokteberg, Oude-Kwaremont y Paterberg. Este último durísimo: 20% de máxima 12.5% de media además con piedra abierta, preparación para el más difícil todavía: Kopemberg.

Kopemberg se deja ver, sin vergüenza: una colina arriba y una corredoira que trepa por ella de la forma más directa que hay. Máxima del 22% con media del 11.6% pero con pavés pésimo y con tierra suelta. Allí hay que hacer de equilibrista y acordarse de las clases de MTB porque la rueda de delante se levantaba (creo que nunca me ha pasado con la flaca) y si te echabas hacía delante entonces te patinaba la de detrás en las piedras. Me retorcía culebreando y no podía ponerme de pie ni aplicar mucha fuerza por la falta de adherencia. Así que maña y maña. El viejo truco de escaparte por el sendero de tierra lateral tampoco valía porque había vallas a ambos lados. Al fin con mucho esfuerzo y dedicación lo subí todo encima de la bicicleta gracias a mi plato de 30 dientes que me da mucho juego en este tipo de escaladas. Objetivo parcial cumplido, ya sólo temía, y ya no tanto, al Kapelmuur.

Después del Kopemberg todavía íbamos agrupados si exceptuamos a David del que no sabíamos nada y eso que yo pensé por un momento que era él el tío que gritaba desde lo lejos en una casa: "Ahí, ahí, los españoles, un par de cojones..." Je, je, supongo que el equipamiento del Kelme de Alfredo ayudó a nuestra identificación.

En el cuarto avituallamiento Jean Marie hace declaración de intenciones: "a partir del Kapelmuur no hay amigos". Mmmmhh, qué miedo. Quedan por delante cinco muros, me parece, y pronto nos quedamos él y yo en cabeza. Mi intención es parar en el siguiente muro para esperar a los demás pero a partir de aquí se sucede la misma película en cada uno de los muros: Él se va cuando llevamos mitad de muro y yo regulo hasta llegar casi a cima, momento en el que acelero y bajando lo pillo de nuevo. En esta situación repetida Jean Marie es el segundo sorprendido (el primero soy yo ;o) )

Ya estamos entrando a Geraardsbergen. Le comento a mi ¿amigo? ;o) Jean Marie que voy a subir muy despacio para tener fuerzas en la parte del 20% y hacerla sobre la bici. Me dejo caer del grupo en el que viajo, pongo un desarrollo cómodo con el plato 30 y empiezo a disfrutar (es un decir claro) de la subida a través de la ciudad. Veo como a mi izquierda queda el restaurante donde cenamos ayer noche y poco a poco voy encaminándome a la zona heavy del muro. En la inspección del día anterior ya tomamos notas de dónde estaba el pavés peor, por dónde era mejor pasar y en qué sitios el porcentaje se endurecía más. Este estudio me vino muy bien para calcular las fuerzas y no tener necesidad de echar pie a tierra; de hecho llegué muy bien arriba, con fuerzas y sobre todo con la moral a tope. Del grupo se me habían escapado dos y como me encontraba bien salí en busca de quien ya sabéis y... lo pillé de nuevo.

La Ronde Van Vlaenderen estaba ya trincada. Sólo nos quedaba el Bosberg que bien dicho y con todos los respetos, ya no me imponía nada. Es una subida en pavés de un 8% de media, una tontería vaya. Subíamos en plan pacífico cuando faltando como 100 mts me soltó Jean Marie un latigazo. Buenoooo, esto no va a quedar así, allá que voy a por él y cuando estábamos ya coronando y lo tenía bien marcado... zaaas un calambrazo en la zona interior del muslo. ¡Todo el mundo quieto, que no cunda el pánico! Me tranquilice y se me pasó un poco. A todo esto, del belga, ni el polvo.

Voy probándome y estoy bien aunque está claro que las piernas no están ya para esprints como el que he hecho subiendo el Bosberg. Sin embargo, el rodar fuerte parece que no me da problemas. Empiezo a pasar a gente y cada vez me animo más por si veo al "fugado" aunque tengo necesidad de hacer una parada técnica para mear. De pronto, ¡qué veo! Si es el chiquitín de Jean Marie a lo lejos. Unos 500 mts nos separan pero hay un viento en contra muy fuerte y tengo urgencia por parar, de modo que... le dejo ganar ;o) No, no, es broma, me puede matar por esto, demostró que era el más fuerte y ya está. ¡Bravo JM!

Quedan unos seis kilómetros para meta y tengo unas ganas locas por llegar. Hago un par de kms con un grupo que va a ritmo tranquilo; faltando cuatro, en un repecho que hay en un cruce a izquierdas, no aguanto más y lanzo un ataque sin mirar atrás y me quedo sólo. (No he visto todavía las imágenes pero imagino que es donde atacó Tafi, se fijaría en mí ;o)) Las piernas van solas, empiezo a coger velocidad y voy dejando atrás grupo tras grupo, estoy impresionado conmigo mismo. Nadie me coge rueda y al fin llego a meta en solitario... en el puesto tropecientos mil.

En línea de meta, a la vez que vamos recogiendo las camisetas, medallas y demás, nos vamos encontrando todos y felicitándonos por haber conseguido acabar, que no es poco, esta larga marcha salpicada con las dificultades de los muros y el pavés.

Los datos que marca el cuentakilómetros son: 275 kms hechos en 10:35 para una media de 26 km/h que para mí están muy bien teniendo en cuenta el fuerte viento en contra que ha pegado como en un 80% del recorrido. Ya me queda menos para llegar a los  38 km/h de media de los profesionales un día después (aunque ellos con menos viento y sin parar en los semáforos eh?)


¿Bosque de Aremberg? ¿Cuándo?.... ;o)

(Crónica publicada en su momento en la Ciclolista)