Crónica 31ª edición de la Milán - San Remo 27 de Mayo de 2001
Este año
había ganas de hacer una salida al extranjero a batirnos el cobre con los
foráneos. La primera intentona fue el Tour de Flandes pero lo temprano de la
fecha en la que se celebra aconsejaba el dejarlo vista la corta preparación que
llevábamos en ese momento. Fue Abelardo el que nos puso en guardia para la
próxima aventura: nada menos que una Milán - San Remo.
Nos
pusimos en marcha el Viernes por la tarde, la expedición la componíamos dos
vehículos con cinco "ciclolisteros" a bordo y dos conductores para
que llevaran los vehículos a San Remo el día de la marcha, era la manera de
ahorrarnos 600 kms de carretera y en vista de cómo llegamos de cansados el día
de la prueba el haber tenido que volver a Milán en tren o autobús con las
bicicletas hubiera significado un infierno.
El Sábado
a media mañana llegamos al velódromo de Rozzano, situado en la periferia de
Milán de donde se debía partir. Antes tendríamos que dar unas cuantas vueltas y
haber tenido que recurrir finalmente a los carabinieri para encontrarlo. Una
vez allí descubrimos que no era ya velódromo; había sido en sus buenos tiempos.
La pista de ciclismo (el anillo) estaba en total estado de abandono y se había
aprovechado el centro del anillo para hacer una pista de karts y minimotos.
Teníamos
curiosidad por saber cuantos españoles nos encontraríamos. Pensábamos que algún
catalán que le pilla más cerca Italia rondaría por allí pero resultó que éramos
los únicos representantes españoles. La participación internacional era
abundante sin embargo, había inscritos suizos, austriacos, franceses,
holandeses, belgas y alemanes. Algunos de estos grupos eran muy numerosos y
darían colorido al pelotón al día siguiente. Entre los no italianos abundaba la
gente de mediana edad hacía arriba habiendo muchos casos tipo 'abuelo de
Heidi',... para fiarte de ellos.
Después
de una visita turística a Milán la tarde del Sábado llegamos al campamento base
dispuestos a descansar. Al día siguiente la salida era a las 7:00 pero como
había control de speed-pass teníamos que pasar por la célula a las 6:30. El
caso es que había que madrugar bastante. Vale, ya estábamos en parrilla de
salida. Allí teníamos a los italianos con sus pintas de profesionales y con sus
enlucidas "machinas"; los tulipanes holandeses con sus timbres en las
bicis; los panzers alemanes impresionantes, como siempre; los gallos franceses
con su color azul característico; las locomotoras belgas que luego nos vendrían
como anillo al dedo y entre ellos nosotros, los españolitos defendiendo nuestro
pabellón. Alfredo lucía equipación del Kelme y era uno de los más admirados del
pelotón. Vimos también como varios italianos llevaban maillots del Banesto (la
larga sombra de Induráin todavía perdura).
La salida
fue un poco renqueante ya que se debía pasar por el control del speed pass de
nuevo. Una vez fuera del velódromo empezaron los arranques de furia y la
consecuencia para algunos (bastantes) fue la de pinchar al cruzar demasiado
deprisa las vías del tranvía. De todas formas y aunque parezca mentira éste era
el sitio bueno para pinchar. Los kilómetros siguientes hasta que se salió de la
ciudad de Milán fueron neutralizados y a tirones, con paradas incluso, por lo
que estos pinchados pudieron reincorporarse sin dificultad.
Una vez
en carretera abierta la estrategia estaba clara: guardar, guardar y guardar en
algún grupo numeroso. En esas estábamos, se rodaba a buen ritmo porque la
carretera, el gran pelotón e incluso el viento acompañaban. Era como un
Sabiñánigo - Jaca de la QH y así tenía que ser hasta que llegara la montaña....
hasta que de pronto, maldición, un pinchazo de Alfredo. Era el peor momento
porque ahora sí que no había una fácil recuperación de las distancias. En cinco
minutos nos dio tiempo... a ver pasar a todo el mundo, era deprimente.
Reanudamos la marcha y nos pusimos un ritmo de caza que a mí me ponía los pelos
de punta. Faltaban 270 kms a meta.
Enseguida encontramos buena compañía, tres franceses del "Cerami" que estaban como nosotros. Entrábamos todos a los relevos e íbamos cazando grupos pero ninguno nos satisfacía de modo que seguíamos hacía adelante. De pronto llegaron tres italianos, estos si que daban unos relevos potentes que nos hacían perder la rueda del de delante por momentos. Era cuestión de aguantar un poco para que nos llevaran hasta un grupo bueno. Pronto nos dimos cuenta de que no participaban en la marcha, eran locales que circulaban por allí. El caso es que nos vino bien porque, aunque seguíamos pasando relevos todos y castigándonos por tanto, nos estábamos acercando a un gran grupo. Este era el objetivo.
Que
placer cuando llegamos a cola de este grupo. Nos frotábamos las manos pensando
en lo que íbamos a sestear en la sala de recuperación. Bueno, pues no
llevábamos ni dos minutos cuando... ahhhrgg ¡doble maldición! , otro pinchazo
de Alfredo. Un pequeño cristal se había incrustado en la cubierta y no lo
habíamos visto. Esto ya era demasiado. Nos invadió el desánimo, ya no teníamos
ganas ni de arreglar el pinchazo, nos quedamos un rato mirándonos, incrédulos
por la situación. Volvió a pasar por allí toda la gente que habíamos adelantado
con tanto esfuerzo. Estábamos en el km. 60/70 calculo y aquello era un
desastre.
En fin,
nos pusimos a arreglar el pinchazo y de pronto se paró un Nissan Vanette que en
principio pensábamos que era de la organización. Una chica muy guapa nos pidió
si le podíamos prestar la "pompeta". Como estábamos presa del
desanimo le dijimos que sí, pensando que total ya nos daba igual el tiempo que
perdiéramos. Le ayudamos a hinchar las ruedas de las bicis de paseo que
llevaban ella y su marido. Entonces es cuando lo pensamos, nos prometimos que
nunca lo diríamos pero... Ahí va, le
propusimos que nos llevara con la furgoneta unos kms adelante y nos dijo:
"va bene, va bene". Montamos rápidamente las bicis en el furgón y
¡caña! en 2 o 3 kms habíamos remontado al coche escoba y esto era suficiente
para no quedarnos abandonados...tampoco quisimos avanzar más por vergüenza
torera. Fue el empujón del auxiliar del equipo al profesional cuando le cambia
la rueda... aplicado a nuestro caso. Nos habíamos situado en el grupo de los
mochileros, gente que iba con espíritu tranquilo, con bolsas repletas de cosas,
charlando entre ellos. Estábamos en un grupo de... ¡cicloturistas auténticos!.
Aquí aprovechamos para descansar unos cuantos kms. A todo esto, no llevábamos
agua y el avituallamiento estaba a años luz todavía. Mmmhh mala cosa, no soporto
pasar sed en una marcha de este tipo. Así que cuando a lo lejos vimos un grupo
de panzers alemanes repostando paramos y le dijimos: "agua, agua". Oye
y lo entendieron, nos dieron una botella de litro y medio a cada uno que
incorporamos directamente al depósito principal y luego nos llenaron además los
bidones. No fue todo, un plátano por cabeza y pastelitos a destajo, ya sabéis
como son los alemanes con las galguerías. Bueno, bueno, todo un lujo.
"Danke, danke,..". Ahora ya era otra cosa.
Estábamos
en Novi Ligure y seguíamos por carreteras eminentemente llanas y ya pronto, al
llegar a Ovada, empezamos a ascender. Las carreteras eran deliciosas, poco
tráfico, buen asfalto y muy buen ambiente de ciclismo, no ya por los
participantes de la marcha sino por los ciclistas de la zona. En la ascensión
al Bric Berton había tramos del 14/15 % de desnivel en el que muchos
descabalgaban y hacían las rampas a pie. No era nuestro caso (somos españoles
¿no?) y lo superamos con gallardía. Por
esta zona abundaban los animadores, gentes del lugar que ofrecían duchas de
agua fría a cubazo limpio. Alfredo tomó un par de ellas. En esta zona definitivamente
me abandonaron los problemas en la pierna derecha que me preocupaban en los
70/80 primeros kms. Así que ahora iba muy bien todo.
Se hizo
largo en tiempo el llegar a Moretti, lugar donde estaba situado el primer
avituallamiento oficial, total 150 kms de nada. Bueno... no hay comparación, en
España se come mejor, está claro. Aún así, yo comí fruta hasta hartarme y
cargué los bolsillos de frutos secos como si de un hamster se tratara. Aún
quedaba una segunda subida que era más tendida y más corta y a continuación una
bajada larga por una carretera estrecha, muy arbolada y fresca. Yo disfruté
mucho esta zona.
De
pronto, ¡toma!, si estamos en la costa, el Mediterráneo al frente. Ante nosotros
aparecía una playa con fina arena , sombrillas decolores, todo lleno de
bañistas, una delicia vamos. Ahora es cuando apetecía aparcar la bicicleta y
pegarse un bañete; en lugar de eso comentamos: "nada, que ya estamos en
San Remo, sólo faltan ciento y pico, eso es un rato". El ambiente señorial
de turismo rancio de principios de siglo es el que marca la tónica de los
pueblos que vamos cruzando en nuestro camino: Savona, Spotorno, Pietra. El
recorrido es otra vez llano. En una de estas localidades de costa hacemos una
excursión por el centro del pueblo malguiados por un italiano macarroni que
dice que íbamos bien, ¡será jeta!
Ahora es
cuando llega el momento de coger un buen expreso, nada mejor que una locomotora
belga. Nos dan alcance un grupo de unos ocho belgas que son auténticas
máquinas, nos colocamos a rueda y a ellos parece no importarles nada. Un
detalle singular era que cada vez que encontraban un semáforo en rojo paraban
independientemente del tipo de cruce que se pasara. Creo que nos dieron una
verdadera lección a nosotros mal acostumbrados aquí en España a saltarnos los
semáforos por aquello de "no perder el ritmo" (a costa de perder algo
peor). Los kms van pasando y ya las fuerzas van mermando, hemos superado el
umbral de los 205 de QH. En uno de los repechos que había entre bahías el ritmo
belga es demasiado fuerte y nos descolgamos. Enseguida llega otro
avituallamiento y ya voy medio muerto. Alfredo va simplemente muerto. Aquí
descubrimos por qué los belgas estaban tan atrás cuando en realidad marchaban
como tiros: se hacen sus buenas paradas en los avituallamientos.
Estábamos
situados ya en Capo Cervo, sólo quedan tres subidas. Tengo ya unas ganas
tremendas de llegar a costa de lo que sea. En un repechón se queda Alfredo y
sabiendo que ya queda poco decido seguir sólo. Ya no es cuestión de esperar o
que te esperen. Igual que ya no es momento de seguir una u otra rueda. Vamos
como podemos, todo son ciclistas sueltos, todo ritmo es individual, ya no hay
ni dos ciclistas acompasados.
En las
primeras rampas de la Cipressa me parece que es un categoría especial. Menos
mal que luego se suaviza porque son 6 kms de subida y a estas alturas de etapa
se hacen muy largos. Al bajar ya sólo queda el Poggio, lugar elegido por Merckx
para dar la puntilla a sus víctimas. Es una carretera muy estrecha con poca
pendiente y que sube hasta lo alto de una colina desde la que se ve San Remo.
Estoy ascendiendo a la gloria y para celebrarlo llevo la sonrisa puesta. Cuando
veo al fotógrafo al final de la cuesta me arreglo un poco y adopto una posición
digna (dejando de dar chepazos por ejemplo) y ahora.... a disfrutar bajando.
Estoy
entrando en San Remo y tengo un cosquilleo por dentro. Aunque no lo creáis
cuando veo el último kilómetro anunciado, meto tranca me pongo en pie para
coger velocidad y alcanzo los 40
km/h entrando a esa velocidad en la recta de meta. Una
entrada digna. Así están las cabezas de mal.
El
control de tiempo dice que he tardado 11h 45m. Hemos hecho muchas y algunas
largas paradas. El tiempo efectivo de pedaleo ha sido de 10h 25m haciendo una
bonita (para mí) media de 27.5
km/h en los casi 290 km .
De
recuerdo nos han dado un maillot que ahora sí que nos lo podemos poner.
(Crónica publicada en
su momento en la Ciclolista)