viernes, 5 de julio de 2002

Marmotte 2002

Esta es la crónica de una huida hacía adelante, sin retorno, emprendida frenéticamente junto a mi amigo Fernando Silió y con el propósito de no mirar nunca atrás ni tampoco más allá de nuestro próximo kilómetro.

Debido a la baja de última hora de Marcos se creó una vacante en la expedición de Granada que aproveché yo para incluirme en el paquete. El Jueves 4 a las 10 de la mañana embarqué en el  Renault Scenic y sin demasiadas pausas estábamos al anochecer en Alpe d'Huez después de ascender la subida más famosa del mundo ciclista con sus 21 curvas dedicadas. Coppi, Armstrong, Bugno, Echave, Pantani, Rooks, etc.. fueron los héroes en su momento en este grandísimo escenario ciclista.

El Viernes, con un tiempo espléndido, nos dedicamos a inspeccionar el recorrido completo. Hay que reconocer que en coche no llegan a apreciarse los desniveles de la carretera en su exacta medida pero sí nos sirvió para darnos cuenta de los muchos kilómetros que tienen estos puertarracos. Son de otra dimensión.

En el Col de la Croix de Fer nos paramos a hacer unas fotos y nos sentamos en una terraza a tomarnos un café "olé". ¡Qué bien se estaba! ¡Qué tranquilidad se respiraba! Nadie podía pensar que este mismo sitio se podría transformar de la forma que lo hizo 24 horas después.

Continuamos recorrido observando que la bajada de la Croix de Fer estaba recién reparada, que los túneles estaban mal iluminados, que había un trozo en obras sin asfalto y que el trozo desde S.Jean de Maurienne hasta el pie del Telegraphe era en ligero ascenso. El Telegraphe me llamó la atención porque en coche parecía más duro de lo que en realidad fue luego en bici y así llegamos a Valloire donde en una bonita pizzeria comimos.

Iniciamos el ascenso al Galibier y nos sirvió para delimitar una zona claramente diferenciada, los 8 últimos kms donde no hay descansos y el desnivel aumenta gradualmente hasta el fatídico último kilómetro donde hay que hacer el "más difícil todavía" típico de los circos.

A partir de aquí no hay mucho más que contar que una bajada larga de muchos kms y un último trozo llano de pocos kms hasta llegar al pie de Alpe d'Huez. Al llegar arriba el mareo y el susto que llevamos encima nos hace dudar de la conveniencia de tan larga expedición previa. Tras una siestecita me voy a dar una vuelta por la feria que habían montado allí y me entero de las novedades.

Hablando con unos catalanes me dicen que las previsiones para el día siguiente son lluvias tormentosas con descenso de temperaturas y que con mucha probabilidad habrá nieve en Galibier. Ahí no queda la cosa sino que, por si no me hubieran ya metido el miedo en el cuerpo, me comenta que el año pasado un amigo suyo pasó mucho frío bajando el Galibier y que ha arrastrado graves problemas en los dedos en el último año. No veas, con lo pronto que se me hielan a mí las manos ya me veo llegando al pie de Galibier con un par de muñones. :o(

Esa noche es momento de nervios, caras de preocupación; sobre todo indecisión sobre qué ropa llevar. Nos acordamos de las crónicas de los primos de Vetusta que sufrieron una jornada parecida. Al final cada uno decide de manera distinta. Yo apuesto por un día de poca lluvia y frío (ilusiones que me quería hacer) y me equipo con los siguientes extras: botines, perneras, chaqueta windstopper y chubasquero. Yo puedo adaptarme al frío (si voy con mi chaqueta), puedo adaptarme al calor pero lo que, desde luego, no puedo es adaptarme a condiciones tan prolongadas de lluvia como las que sufriríamos.

Después de una noche tensa, al amanecer, Juan Molina me informa que desde las cuatro de la madrugada no ha dejado de llover. Glubb. Y que sigue. Glubb :o(

Fernando y yo iniciamos a las 6:30 nuestros primeros kms en compañía bajando Alpe d'Huez. Al llegar al Hipermercado Casino nos encasillamos en unos apartaderos como ganado a punto del sacrificio y observamos rostros de pocas risas entre los participantes. Llevamos dorsales superiores al 3700 (de entre más de 5000 participantes) por lo que salimos bastante atrás.

La salida es anodina, casi como una salida de amigos, nada parecido a la explosión de Sabiñánigo. Las condiciones climatológicas invitan a ir suave bajo la lluvia. A poco menos de 15 kms, tras un cruce a derechas, ya se ve a muchos participantes que se retiran. Yo, desde luego, si fuera de la zona lo hubiera hecho también pero nosotros hemos hecho un gran sacrificio viniendo de tan lejos y no vamos a rendirnos tan fácilmente.

El Col de la Croix de Fer a lo largo de sus 22 kms está dividido en dos zonas. La primera en sus inicios es de rampas severas y continuas pero en estos momentos las piernas están en plenitud por lo que hago este trozo con el 42x28 probando la super corona que he puesto para la ocasión. Va bien. Lo que no va bien es el plato 30 que cuando lo coloco hace que me vaya saltando la cadena.

En mitad de esta primera parte de 8 kms se intercala una bajada fortísima de unos cientos de metros en los que se observa el rampón que viene a continuación donde la gente se va retorciendo a lo largo de una dura recta en la que la pendiente es fuerte, rondando el 12%, y sostenida durante algo más de dos kms.

La segunda zona es ya más suave y se prolonga durante unos 14 kms. Al llegar a un embalse empieza a verse el final del puerto al fondo y a la derecha. Cuando transitamos por aquí y parecía que la lluvia remitía de pronto Brrrrummm. ¡Rayos y centellas! Todo negro y otra vez chaparrada de las buenas.

Por esta zona el tráfico era de doble sentido porque los ciclistas que se retiraban eran legión. Abundaban los coches de apoyo que dificultaban mucho el transito. Aquí fue donde ya nos dimos cuenta que era absurdo ir a buscar tiempos o metales ya que aquello era la feria del terror y que la misión a cumplir era sobrevivir a los elementos. Lluvia, paradas, frío,... muy mal panorama.

Llegando al cruce del Glandon empiezo a tener cosas raras en las piernas. Nunca en la vida he tenido algo parecido. Desde la parte superior de ambas rodillas partía una pequeña descarga eléctrica hasta la zona de la cabeza del fémur en el lateral de la pierna. Era un cosquilleo que no me molestaba al pedalear pero que lógicamente me preocupaba por si de cosquilleo pasaba a agarrón. El caso es que lo tuve en las ascensiones a Telegraphe y Galibier también y no en Alpe d'Huez, donde hizo calor, por lo que entiendo que sería un problema derivado del frío.

Cuando llegamos arriba de la Croix de Fer hay un atasco de coches monumental que nos hacen poner pie a tierra varias veces; al pasar por detrás de una furgoneta ésta casi nos arrolla a Fernando y a mí (lo que hubiera faltado vamos). Aquello era un desastre, parecía otro sitio bien distinto a aquel tan agradable del día anterior.

Los recuerdos que tengo de la Croix de Fer de verdad que se me quedarán grabados de por vida. Aparco la bici y el espectáculo que presencio es de locos. Llueve a mares, el suelo está todo lleno de charcos y de barro. Hace un frío horrible, voy empapado y me acerco al mostrador para avituallarme. Como mucho plátano y un pastel que tienen. Estoy sin coordinación ni control, he olvidado los bidones y voy como pollo sin cabeza de allí para acá.

He cogido una tiritona que casi no puedo sacar las cacharras de los portabidones, me dirijo a llenarlos y las imágenes que presencio y los sonidos son de película de terror: todo es gente tiritando, rostros amoratados, movimientos sin coordinación, sirenas y luces de ambulancias bajando gente, gritos, agua, mucha agua por todo.... Sólo recordarlo hace que se me pongan los pelos de punta.

Entre el desconcierto veo a Fernando. Está temblando como yo y tiene la cara de un cadáver, está muy pálido y demacrado. Yo estoy igual o peor me digo. Apenas puedo articular palabra con él porque balbuceo, no sé si es el cerebro o es la mandíbula lo que no me funciona. Tomo un poco de té caliente y cojo la bici. Me digo a mí mismo que no hay que pensar en la retirada, que vamos hacía adelante aunque el estado del principio de la bajada por un momento nos hace pensar que se ha anulado la marcha ya que... no baja nadie. Todo el mundo allí está dando la vuelta.

Cuando tomamos por fin la bajada hacía adelante tengo la sensación de bajar a los infiernos. Galibier está 600 metros por encima de este puerto y es mucho más hostil. No sé que podrá pasar. No quiero casi ni pensarlo.

Al empezar la bajada la cosa no mejora sino todo lo contrario. Las manos se me hielan hasta no sentir los dedos; apenas puedo hacer el movimiento de frenar. Estoy realmente preocupado. Además la bici va dando eses porque todo el cuerpo está tiritando. Es en estos momentos cuando además pienso en mi familia y no sé si merece la pena continuar. Es una lastima sí, pero quizás el precio a pagar por continuar puede ser demasiado alto. Le digo a Fernando que estoy pensando en abandonar y él no me dice ni que sí ni que no y continuamos unos cientos de metros más. De pronto debemos de parar porque se ha producido un atasco en la estrecha carretera y está bloqueada por una ambulancia que no puede continuar. Esto fue nuestra tabla de salvación.

Allí estuvimos durante unos diez minutos bloqueados y sirvió para que entráramos un poco en calor. Ya después de esto las manos respondían un poco mejor y pudimos seguir descendiendo. Era la huida hacía adelante sin prisa pero sin pausa buscando la perdida de altura para encontrar cada vez mejor temperatura. En esta zona de descenso multitud de participantes iban como los salmones, contracorriente, desistiendo de continuar pensando sin duda en el coco Galibier. Nuestra gran esperanza en el equipo, Alfonso, el más dotado sin duda para la escalada que no para el frío, se fue al garete cuando nos lo cruzamos en el descenso volviendo sobre sus pasos hacía arriba. Juan supusimos que continuaba por delante, como así era.En el largo descenso adelantamos a mucha gente con gran sorpresa por nuestra parte porque no somos grandes descendores y además íbamos con problemas de frenos y de frío pero es que estos galos, como bien describían los asturianix en sus crónicas, bajan fatal.

En el paso por la zona de obras nos metemos en el barro como si fuera aquello una prueba de ciclocross. Fernando acaba con sus pastillas de freno traseras y ya queda sin freno detrás. Mala cosa porque aquí cuando no subes bajas, no hay otra tendencia.

Aunque puedo ir más aprisa que Fernando en las bajadas, decidimos de mutuo acuerdo ir juntos hasta el final, ya que las circunstancias lo aconsejan y así iremos animándonos y cuidándonos mutuamente durante todo el recorrido.

Hemos ido parando en muchos sitios: revisión de frenos, evacuación líquida, reposición líquida, avituallamientos sólidos, paradas de emergencia para entrar en calor, etc... El tiempo que llevamos ya ni lo miramos y mira que al final a Fernando le sobró bien poco para hacer su brevet d'argent pero ya íbamos en plan randonée total.

El tramo entre S.Jean de Maurienne y la base del Telegraphe la hacemos en pequeños grupos por carretera nacional en la que hay mucho agua en la carretera por lo que si vas a rueda te pones perdido de barro en la cara, como así fue. En esta zona paso a cabeza de grupo con gusto para coger un poco de calor en el cuerpo.

Estamos en el km. 82 y afrontamos el Col du Telegraphe, puerto de 12 kms con pendientes muy homogéneos rondando el 8% en sus 8 kms y decreciendo un poco, sobre 7%, en los últimos 4. Este puerto lo subimos muy bien tanto Fernando como yo. Aquí establecemos un ritmo de subida y con paciencia esperamos a que se consuman los doce kilómetros que tiene. El entorno es muy bonito entre bosques y en esta zona el tiempo estaba mejorando, llovía menos. Parecía que por fin querían abrirse unos claros en el cielo. Nuestro futuro en el Galibier estaba en juego.

Al llegar arriba debo de parar otra vez a mear (eso de beber tanto té creo que me soltó el riñón) y quedo con Fernando en que nos vemos en el avituallamiento de Valloire. El caso es que cuando llego al pueblo no encuentro ni el avituallamiento ni a Fernando ¿¿?? Y sigo hacía adelante con más dudas que los panchos y agobiado porque ante mí aparece un muro en recta (tipo Torcal) y... tengo hambre. Rebusco en los bolsillos y me como una barrita como puedo en plena subida. Me temo lo peor, que me he pasado el avituallamiento y que toca subir el Galibier en ayunas pero no, por fortuna, al cabo de un par de kms aparece un llano donde está Fernando esperando en el avituallamiento.

Después de una larga parada y tras haber comido y bebido en abundancia nos montamos en las bicis para vencer al Galibier. Cuando estamos como a 14 kms del alto nos llegan unos tímidos rayos de sol. Estamos a punto de llorar de la emoción. Empieza a evaporarse el agua de la carretera y ésta despide un vapor que parece que estuviéramos pedaleando sobre un volcán. El paraje es estremecedor, unas laderas de piedras negras, sin vegetación, la gente va en silencio. Un aire inhóspito sobrecogedor nos embarga.

A falta de 8 kms para coronar, la carretera gira bruscamente a la derecha y empieza a serpentear retorciéndose sobre la ladera de la montaña; la pendiente se acentúa sobremanera y es necesario rebajar el desarrollo. Voy utilizando plato 30 con coronas de 23 y 25, todavía me queda el 28. Como yo no utilizo pulsómetro me voy guiando por el de Fernando y le decía que no pasase de 170 pero... este hombre, animado desde el Telegraphe, cada vez iba mejor y ponía un ritmo vivo que hacía que adelantásemos a gente sin parar y que todo aquel que intentaba subirse al carro quedara despatarrado por aquellas endemoniadas cuestas. La máquina Silió carburaba a pleno rendimiento.

Vuelve a llover de nuevo. Después de largos minutos y más largos todavía kilómetros llegamos al último donde nos envuelve de pronto una espesa niebla que no dejaba ver más allá de 20 metros. Aquí es donde estaban colocados los forenses, digo los fotógrafos :o), para sacar las instantáneas de nuestras estampas cadavéricas.

Arriba paramos a comer algo. Aunque en la Croix de Fer se estaba mucho peor esto tampoco es Benidorm y del cielo nos cae un agua nieve que no invita a estar mucho tiempo aquí. Tras la breve pausa iniciamos el descenso y otra vez a sufrir. Hoy estamos pasándolo mucho peor en las bajadas. La lluvia helada ahora está acompañada de viento y se clava en la cara como alfileres. El frío se me va metiendo en el cuerpo y Fernando debe ir muy despacio porque no tiene frenos atrás. A mí tampoco me quedan apenas pastillas de freno y el recorrido de las manetas es completo y poco efectivo. Estoy desesperado otra vez con tanta bajada y con tanto frío. Llega un momento en el que me duelen mucho los tríceps de ir tanto tiempo agarrado a los frenos y tras un aviso a Fernando me lanzo hacía adelante.

Tras la sensación de alivio en los brazos empiezo a agarrar un enfriamiento interno difícil de soportar. La bicicleta otra vez empieza a moverse debido a mi tiritona y sin remisión al llegar al Col de Lautaret me veo obligado a parar y refugiarme tras una casa para intentar reaccionar. Al menos ha dejado de llover.

Seguimos bajando durante 11 kms más en una zona en la que pega viento de frente y es necesario dar pedales. A mí me viene perfecto y no paro de tirar para entrar en calor. Pero no había manera, algo fallaba, mi cuerpo no cogía temperatura y otra vez volvía a estar preocupado.

En La Grave paramos en el punto de asistencia mecánica Mavic para intentar resolver (en vano) el problema de frenos de Fernando. Voy tan mal de frío que estoy en un tris de caerme de lado por no poder soltar las calas de los pedales. Sin embargo, en un atisbo de lucidez, decido quitarme el chubasquero y esto hace que en los siguientes kms de bajada el viento me vaya secando la ropa empapada que me está causando, sin duda, los problemas que tengo. Empiezo a ver la luz de Alpe d'Huez que me llama.

Fernando se va animando también en este trozo porque ha perdido el miedo a frenar sólo de delante y toma las curvas con más confianza. El último tramo hasta llegar a Bourg d'Oisans lo hacemos a bueno ritmo y ya con media sonrisa dibujada en el rostro porque sabíamos que llegábamos al objetivo.

Cuando arribamos al pie de Alpe d'Huez paramos en el avituallamiento donde muchos dan por finalizada su aventura con "Le Marmotton", versión reducida de la marcha. Comemos y descansamos un poco para afrontar el último reto, las 21 curvas hasta llegar a la gloria.

Afronto la primera rampa, durísima, animado por la gran cantidad de gente que esperaba en la curva 21 (Coppi-Armstrong) el paso de nuestros cuerpos maltrechos. Sigo con mi chaqueta Ws pero tras un par de curvas y debido a que ha salido el Sol empiezo a pasar mucho calor (bendito sea) por lo que paro y me coloco la chaqueta en la cintura.

Voy subiendo a 9/10 km/h pero con una suficiencia que no esperaba yo a estas alturas. El puerto es muy duro pero bonito como ninguno. Voy entreteniéndome leyendo los nombres en las curvas y adelantando a gente, que siempre anima.

Voy pensando en las curvas de Bugno con fijación porque sé que entre ellas hay unos descansos. Al llegar a la iglesia paro a rellenar el bidón de agua. Quedan menos de 6 kms para que finalice todo. Arranco con energía mental y voy enlazando una curva tras otra hasta llegar a las de Pantani que, como no podía ser de otra forma, son de las más duras.

Cuando supero la curva 1 (Guerini) estoy eufórico. Allí están las casas, los hoteles,.. meto el 42 al que lo tenía olvidado durante bastante más de una hora. Empiezo a meter coronas más pequeñas y... meto plato 52. En un flash pasan por delante de mí todas las imágenes del día hasta el momento actual.

¡¡¡ Estoy en meta !!!

Mi cuentakilómetros registra 180 kms para un tiempo de pedaleo de 10h.2m. y con una discretísima media de 17.9 km/h. Para el diploma todavía es peor pues he tardado 11h.6m. reales en completar el recorrido.

De todos modos, estoy muy orgulloso de haber llegado hasta el final y ser parte del contingente de poco más de 2000 ciclistas (si quitamos a tramposos, que aquí también los hubo, entonces menos aún) que han conseguido ascender el 6 de Julio de 2002 hasta lo más alto de la gloria: Alpe d'Huez.

Como mención a la organización debo decir, que en contra de los comentarios generalizados, a mi me pareció a buena altura. Los avituallamientos me parecieron completos y correctos, el personal atento, los servicios de urgencias funcionando, y la comida final en Bourg d'Oisans y en Alpe d'Huez buena. La medalla había que comprarla y yo no lo hice, era bastante fea.

Y por último, este párrafo va dedicado a mis compañeros de viaje: Juan, Fernando y Alfonso que me trataron como a un hermano y con los que he iniciado una amistad que debe perdurar durante mucho tiempo, al menos tanto como los recuerdos de la Marmotte. Y de verdad que esto, no se olvida pronto.

La Marmotte es una marcha que te marca de por vida. ¿Te apuntas?