La séptima edición de la Marcha
Cicloturista Hospital Universitario resultó un nuevo éxito en organización,
participación y sobre todo desarrollo de la jornada en sí. El 15 de Septiembre
amaneció radiante y en los alrededores de las Consultas Externas en la calle
Proclamación, los ciclistas y muchos acompañantes se preparaban para una
jornada festiva y de disfrute para todos.
Ángel, amigo y participante novel,
me confesaba sus nervios ante un kilometraje nunca hecho con anterioridad. Le
tranquilice diciéndole que no íbamos a ir rápidos y que esta marcha, a
diferencia de otras regionales y nacionales, estaba desprovista de la
competitividad presente en muchas de ellas y que era más que nada una salida de
amigos más organizada que en cualquier otro fin de semana. Al finalizar la
marcha me dijo que se le había hecho incluso corta.
Los más de 250 participantes han
significado un nuevo récord de asistencia para esta marcha que se ha hecho con
fuerza un hueco en el calendario de muchos aficionados murcianos. Aquí tienen
cabida muchos aquellos que, lejos de querer batir marcas personales, se
contentan con realizar la actividad física que más les llena de manera
tranquila y en la que poder charlar y disfrutar con los amigos.
Que el ritmo no pare. A las 9 de la
mañana el vehículo que abre la marcha ameniza con la música para levantar los
ánimos de los participantes. A ritmo tranquilo nos encaminamos hacía
Alcantarilla para continuar camino por la vía de servicio en dirección a
Librilla, quizás la ruta más trillada por los aficionados murcianos donde
muchos de nosotros conocemos hasta los baches que hay en cada rincón de la
carretera.
Al llegar a Librilla nos dirigimos
hacía otro paraje de paso obligado a los que les gusta demostrar sus cualidades
escaladoras: la Cola del Caballo. En esta subida la organización da rienda
suelta para aquellos que quieran demostrar sus progresos en la escalada pero en
ningún caso olvidando a los que, por una razón u otra, deben de ascender a un
ritmo más tranquilo.
Es momento de piques y desafíos
sanos entre amigos. Al llegar a uno de los puntos más altos de la subida
escucho a uno que le dice a un amigo que estaba al borde de la carretera:
"tomamé el tiempo que le saco al Bernardo". Luego será el pretexto
para una risas y para otro posterior pique en otro sitio o para otro día.
Al llegar arriba se establece una
breve parada donde la organización ofrece bebidas para calmar la sed después
del esfuerzo realizado y se reagrupa todo el pelotón. Enseguida, y de nuevo
todos juntos, continuamos ruta para dirigirnos hacía la localidad serrana de El
Berro y en la que las primeras rampas en las faldas de Sierra Espuña se
empiezan a notar en las piernas de todos nosotros.
Pasada la pedanía alhameña de El
Berro, se inicia otro tramo libre para que aquellos a los que el cuerpo les
pide guerra puedan desfogarse. Enseguida pasa lo de siempre, unos que salieron
demasiado rápidos se vienen abajo y les empieza a pesar la bici como si fuera
cargada de plomo y otros por el contrario siguen a rajatabla aquel dicho que
dice: "para llegar arriba como un jóven hay que empezar abajo como un
viejo". Al final todos, de una manera u otra, conseguimos llegar arriba
donde está situado el "almuerzo". El sitio es espléndido, una
explanada entre árboles en el corazón de nuestra querida Sierra Espuña.
La parada de 30 minutos está muy
alejada de los cánones establecidos para las marchas competitivas pero ya ha
quedado dicho que esto es otra cosa. Unos platos de jamón, con unos trozos de
queso. Una buena cerveza fresca ¿por qué no? Y un buen rato de relajación para
comentar los pormenores de la última subida o para preguntar por los chiquillos
de aquel amigo que hace tiempo que no veías. Esta es la esencia de la Marcha
del Hospital.
Una vez restaurados los cuerpos con
productos de la tierra se inicia la bajada hasta Alhama por las famosas Cuestas
del Marqués. Es necesario mantener la concentración pues el piso está botoso y
las curvas son muy cerradas. Alhama recibe el paso de los participantes con
simpatía y agrado y nos ve alejarnos por la carretera que se dirige hacía
Mazarrón.
No sé si por el buen almuerzo o por
qué pero las velocidades van aumentando en este trozo del recorrido sin que,
aparentemente, nadie se resienta del ritmo. La música sigue sonando y los más
de 250 ciclistas siguen su curso sin incidente de ningún tipo.
Sin más pausas el pelotón va
devorando los kms y atravesando la pedanía de El Cañarico, el pueblo de
Sangonera y una vez superado El Palmar entramos en la última recta aunque eso
sí, bien larga. Tenemos ya Murcia a la vista. La entrada por el Barrio del
Carmen resulta espectacular por el colorido y la alegría que proporciona el
paso de tantos ciclistas. Todo ha salido bien y la gente está contenta con la
jornada de fiesta vivida.
En la llegada, de nuevo la
organización ofrece un aperitivo que todos pueden disfrutar junto con aquellos
amigos y familiares que han llegado para recibirlos. Por último se hace la
entrega de obsequios, diplomas y trofeos para los participantes y se efectua un
sorteo de material donado por los patrocinadores de la prueba.
La
Marcha del Hospital como se puede comprobar goza de una excelente salud y esto
no cabe atribuirlo más que al empeño y la ilusión de aquellos que están en la
organización entre los que, por supuesto, hay que destacar a José María Pérez
Belmonte, alma mater de la prueba y sobre todo, amigo de todos.
Vistas
las caras de satisfacción de los participantes al finalizar la jornada no cabe
ninguna duda de que nos veremos en la octava edición de esta entrañable marcha
todos los presentes este año y, seguro, que alguno más.
(Crónica publicada en su momento en Web Marcha del Hospital Reina Sofía)