martes, 13 de noviembre de 2018

CS2018 - Etapa 11 - Puebla de Sanabria

 

No he descansado demasiado bien en Zamora, quizás anoche fueron más cervezas de las debidas y una cena 'amontoná' en la habitación aunque ahora, en la mañana, tenía apetito de modo que cuando llegué al desayuno y aprovechando que estaba absolutamente sólo, hice uso del buffet libre libremente jeje. No es que tuviera mucha variedad pero era aceptable y durante el tiempo que estuve hice acopio de provisiones en forma de panecillos, mermeladas y similares. Siempre viene bien unas reservas alforjeras 'porsiaca'.
 
Una vez restaurado y organizado tocaba ruta turística matinal por Zamora, una ciudad que me gusta mucho, de raza, auténtica, limpia y elegante, el puente romano una pasada al que le hago unas fotos que salen preciosas con el rio en calma espejado reflejando la ribera y el cielo, las calles, la catedral, las iglesias, la plaza mayor, todo en calma, con quietud marcando una pausa en una ciudad milenaria.
Sobre las 11 abandono Zamora y me dirijo hacía la Puebla de Sanabria, queda un largo trecho por delante donde se presentan en primer lugar unas grandes praderas de cereales que han sido ya cosechadas por donde pasan rebaños de ovejas muy numerosos. Las pistas de tierra van acompañando a la carretera nacional haciendo unos sube y bajas que en ocasiones resultan desagradables por lo que enseguida me mudo a la carretera nacional, la N631 que no tiene apenas tráfico y por la que se rueda muy bien. El cansancio acumulado se hace notar a todos los niveles, en esta zona no merece la pena adentrarse demasiado en sitios desconocidos.  Por la carretera llegamos al gran Embalse de Ricobayos, ¡qué bonito es el cicloturismo, lo que uno va descubriendo oye! y atravieso por una de sus pasarelas al 'otro lado', al pueblo de La Encomienda. Para contrarrestar esa belleza a continuación llega una zona de largas rectas un tanto aburridas en las que el rodar y avanzar kms es lo más interesante, no hay muchos atractivos. 

Al llegar a Tábara, y aburrido de la monotonía me adentro por una pista de tierra que tiene buena pinta y se mete por una zona arbolada, antes de esa zona tengo que salvar las obras de la vía del AVE que pasará por aquí. Hace mucho calor a esta hora.

Las pistas son anchas y de tierra roja, voy circulando bastante paralelo a una carretera y en un momento dado al encontrar barro pienso que debo ir por la carretera aunque luego retrocedo de nuevo porque se aleja mucho de mi objetivo de La Puebla, así que me envalentono y me encomiendo a la suerte de que el barro sea puntual. Tras superar la zona jodida parece que, efectivamente, la cosa no empeora sino lo contrario y aunque el terreno no es fácil porque presenta subidas que se hacen duras y las ruedas se 'pegan' al final me gusta porque se respira una gran paz y los árboles hacen algo más ameno el paso.
Tras unas grandes y frescas choperas llego a Bercianos de Valverde, un pueblo muy sencillo y apartado. No tengo nada que hacer allí así que sigo mi marcha, quiero avanzar. Y lo hago por unas pistas de tierra otra vez muy solitarias surcando zonas de encina baja y matorral en ocasiones y extensos campos de cereales en otros. Cuando llego al Río Tera paro a descansar y comer. A continuación analizo la situación y decido que apuesto por carretera y manta hasta la Puebla por la carretera N525. Me quedan unos 60 kms todavía y en claro terreno ascendente con la tarde que se va echando cada día antes. Llegaré de noche pero no me apetece que sea demasiado tarde. Así que me acoplo lo mejor que puedo a mi máquina y a rodar y a hacer kms con la mayor eficacia posible.

 Se hizo largo el kilometraje pero con un café y unos bollos que me comí en un bar del camino conseguí llegar a La Puebla de Sanabria, era ya noche cerrada y hacía bastante frío. Las luces iluminando la fortaleza que hay en lo alto de la montaña le dan un aspecto muy auténtico y medieval a la ciudad.

Durante el recorrido, en una de las múltiples paradas, y ya habiendo fijado el destino final reservé en el Hotel Carlos V porque me dio buena impresión. Cuando llegue allí, se confirmaron los buenos augurios y me recibieron con una calidez muy grande en el hotel. Era de gestión familiar y la chica muy simpática y amable, el marido también. La habitación soberbia, magnífica, comodísima, me quedo sin adjetivos! En ella disfruté de una buena ducha y tras organizar un poco todos los bártulos que llevo siempre, bajé a cenar al mismo restaurante del hotel, en el que el chef era el marido. El menú fue sencillo, con una ensalada apetitosa y completa. Tras la cena disfrute de una noche reparadora, seguramente la que más de todo el viaje.
 
¡Felices sueños!

 

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